domingo, 27 de septiembre de 2015

Arquitectura de altura. Casas alpujarreñas





Las casas alpujarreñas, como el urbanismo de la comarca, están especialmente adaptadas al perfil montañoso y a las condiciones climáticas y responden a una relación estrecha con su medio natural.

Mi colaboración semanal en el periódico Granada Hoy ha sido dedicada a la arquitectura alpujarreña,  una "Arquitectura de altura" lo he titulado y en este reportaje a doble página he podido reflejar algunos de los aspectos más destacados de las construcciones típicas de esta comarca de Sierra Nevada. En este momento en el que se reactiva la candidatura de la Alpujarra a Patrimonio Mundial es preciso que se conozca el patrimonio cultural, su origen, singularidad para que podamos sentirnos orgullosos de él pero también asumamos la responsabilidad de su conservación.


En La Voz de Granada, comentamos el artículo
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www.granadahoy.com/article/granada/2118316/arquitectura/altura.html

Aunque la ocupación del territorio y el origen de este tipo de construcción sea anterior al periodo musulmán, la configuración actual de la mayoría de los pueblos alpujarreños se debe a esta etapa cuando el aumento de población fue más significativo, siendo el pueblo beréber quien viene a conformar la tipología de sus viviendas, lo que parece corroborar la similitud con algunos poblados norteafricanos. No obstante, serán los nuevos pobladores cristianos, tras la expulsión de los moriscos los que rematen su imagen finalmente.



La adaptación a un relieve montañoso, en ocasiones abrupto, con dificultad de acceso a otros valles, dio origen en la comarca alpujarreña a la formación de pequeños núcleos urbanos relativamente próximos entre sí, orientados a la autosatisfacción de sus necesidades, con escasas demandas exteriores.



En este contexto se entiende que la arquitectura de la Alpujarra responda a una relación estrecha con el medio natural en el que se sitúa y en esto influye, decisivamente, la elección y disponibilidad de los materiales constructivos, obtenidos directamente del entorno más próximo, prácticamente al alcance de la mano, o de la carga en animales de tiro. En esto la Naturaleza fue generosa con la zona ya que ha proporcionado la madera y la piedra necesarias para el desarrollo de un tipo de arquitectura genuino, singular, que se ha demostrado muy eficaz desde el punto de vista bioclimático pero a la vez de gran belleza  y perfecta integración en el paisaje.



La contribución de esta arquitectura serrana al paisaje es una de los principales motivos de la apuesta para que la UNESCO incorpore a la comarca en la Lista de Patrimonio Mundial.  La candidatura a este selectivo club no puede concebirse sin la especial relación existente entre el patrimonio natural y el patrimonio cultural, en esta simbiosis que da lugar a un paisaje ecocultural único y que ha hecho del equilibrio entre el aprovechamiento y la conservación de los recursos naturales, un acabado ejemplo de eso que ahora llamamos sostenibilidad.



En la Alpujarrra la casa popular se convierte en una parte más del paisaje natural. Los materiales con los que se construye, las formas cúbicas, los ‘terraos’ cubiertos de launa, los huertos interiores… se desparraman por los barrancos como mantos blancos pintados en la montaña. En sentido inverso, ese paisaje natural, desde la escena urbana de los pueblos, se convierte en un fondo escénico de incalculable belleza que desde las cimas, (buena parte del año cubiertas de nieve), hasta las vegas bajas, muestra un mosaico integrado de imágenes de diferentes texturas y colores que se puede disfrutar desde múltiples ángulos, esquinas y encuadres.

Materiales constructivos

El elemento constructivo base de la casa alpujarreña es la piedra disponible en la zona, utilizada para los gruesos muros, reservando las lajas de pizarra para su uso en suelos y aleros. Estas rocas locales presentan una notable ventaja al permitir su división en piezas de distintos tamaños, ofreciendo una gran flexibilidad estructural para resolver problemas de geometría y acabados. Además de ser empleadas para la arquitectura residencial,  han servido para la construcción de eras, albercas, puentes, balates, apriscos… y en las tradicionales acequias de careo.

El otro material constructivo básico es la madera, preferentemente de castaño, antiguamente mucho más abundante, y cuyas propiedades la hacen especialmente útil para la construcción de vigas, forjados e incluso para la carpintería de exteriores. Se trata de una madera fácil de trabajar, dura y estable, si el proceso de curado ha sido lento, y de un envejecimiento pausado aún en condiciones adversas. Pero también se utiliza la madera de roble, nogal, álamos o pinos.

Las viviendas frecuentemente se disponen orientadas al sol con el objeto de mitigar los largos y fríos inviernos. La disposición de las habitaciones es similar a la de otras zonas montañosas. El acceso principal, suele ser a través de un zaguán del que parte la escalera de acceso a la planta superior. Dependiendo del tamaño y disposición de la parcela, la planta baja puede estar destinada a la estabulación de animales y/o al almacenamiento de aperos y productos agrícolas. En la primera planta se desarrolla la vida cotidiana e incluye una cocina-salón-comedor en la que se sitúa la chimenea. Por encima  se sitúa el típico terrao plano. 

El encalado típico actual de los pueblos alpujarreños parece que fue introducido en época relativamente reciente.  Quizás anteriormente no estuviera disponible o por motivos defensivos las casas no se enlucieran. Razones tanto higiénicas como decorativas hicieron que con posterioridad se utilizara la cal en las paredes de las casas, convirtiéndose tanto el saneamiento y renovación de los terraos como el encalado de las fachadas en una tarea periódica que se hacía coincidir con la celebración de determinadas fiestas.

CHIMENEAS, ICONOS DE LA ARQUITECTURA ALPUJARREÑA

Uno de los elementos dominantes del paisaje de los pueblos alpujarreños son las chimeneas que emergen desde los planos terraos lo que le ha hecho convertirse en icono simbólico de la arquitectura alpujarreña. Sus formas y tipos son variados  resaltando la de forma troncocónica rematada con un  sombrero constituido por una laja y una castigadera encima. También las hay de sección  cuadrada,  con o sin coronar por una laja,  con y sin castigadera,  de sección constante o variable reduciéndose en altura. Su tamaño oscila entre los 75 centímetros y el metro y medio, la altura suficiente para un correcto funcionamiento. 
Autor: Sergio Martín

Autor: Emi Juárez.
Autor: Antonio Ramos
TERRAOS Y TINAOS

Dos de los elementos más singulares de las construcciones alpujarreñas son los terraos y los tinaos. Los primeros son la denominación que reciben las cubiertas planas acabadas con ‘launa’ (una arcilla impermeable de color gris, producto de la descomposición de unas rocas conocidas como ‘filitas’, muy abundante en la Sierra). Frente a los tejados a dos aguas, con teja ‘árabe’ de las zonas más bajas y en los llanos de la otra vertiente de Sierra Nevada, los terraos,  se rematan con un borde con aleros y castigaderas. Estas especialísimas cubiertas, además de su funcionalidad constructiva y adaptación a las condiciones climáticas, permiten usos como secadero y almacén de productos de la huerta, para tender la ropa, como miradores o incluso como ‘salón abierto’ para tomar el sol en épocas frías o el fresco en verano. Facilitan las condiciones de habitabilidad de las viviendas, a pesar de la complicada y estrecha trama urbana en la que se insertan las casas.
Por su parte los tinaos son uno de los elementos edificatorios más característicos de los pueblos alpujarreños. Constituyen una solución arquitectónica propia en la que se prolongan las edificaciones creando espacios cubiertos de ámbito semiprivado o semipúblico, al disponer una estructura de viguería sobre la calle,  sobre la que se sitúa una habitación o vivienda  particular. Han sido interpretadas como la plasmación material de la relación e intercambio social que se extendía fuera de las viviendas.  Existen tres tipos de tinaos: de paso, en viviendas (en fondo de saco) y adosados, a modo de soportales.  





viernes, 18 de septiembre de 2015

Un topillo montañero




El topillo nival o neverón es un ‘refugiado’ de la época glaciar que tiene en Sierra Nevada su residencia más al sur y las citas a mayor cota de la Península.

El nival  es nuestro topillo de mayor tamaño. Su principal característica es que vive en las altas cumbres, en ecosistemas de pedregales y cascajales, formados por la erosión glaciar y gran parte del año habita en las galerías que forman esas grandes piedras debajo de la nieve.  Pertenece a la misma familia (Cricetidae) que otros topillos y aunque tradicionalmente se incluía junto al género Microtus que agrupa a otras especies de topillos, (campesino, agreste, mediterráneo…), estudios recientes, genéticos y morfológicos avalan su inclusión en un género diferente. El topillo nival o neverón, (cuyo nombre científico es Chionomys nivalis), es un ‘refugiado’ de la época glaciar que hoy en día presenta una distribución muy discontinua por la mitad septentrional del Paleártico occidental, desde el suroeste europeo hasta el sureste asiático. En Europa se encuentra en los grandes macizos montañosos: Alpes, Cárpatos, Balcanes y Cáucaso. En la Península Ibérica se distinguen cinco núcleos poblacionales principales localizados en Pirineos, Cordillera Cantábrica, Sistema Ibérico, Sistema Central y Sierra Nevada. El macizo nevadense representa el límite meridional del área de distribución de esta especie. 


Versión en papel del artículo

Descripción:

Es el topillo ibérico de mayor tamaño, que puede llegar hasta 140 mm de longitud y alcanzar entre 35 a 70 gramos de peso. Su pelaje es de una tonalidad grisácea bastante uniforme, con la región ventral de color blanco; la cola y las patas son del mismo color, generalmente también blancos.

Hábitat:

Especie muy adaptada a la vida en zonas con acumulaciones rocosas estables y zonas de alta montaña (1.000-4.700 m de altitud). Es muy rara en altitudes menores, aunque hay citas en Europa a nivel del mar. Es más común donde los acúmulos de piedras y rocas son más frecuentes, siendo más escaso en zonas arbustivas y boscosas.

Alimentación:

Son básicamente herbívoros que gustan de plantas que se dan en zonas frías y altas, como las siemprevivas, romperrocas,  senecios, valerianas… pero debido a las restricciones de alimentación que supone el hábitat que ocupan son unos oportunistas que complementan su dieta con insectos, pequeños invertebrados e incluso con crías de otros micromamíferos, almacenando todo lo que no pueden consumir como reserva para el invierno ya que no entra en letargo durante esta etapa. El topillo tiene una curiosa costumbre: acumula gramíneas sobre las rocas y las deja que se sequen al sol, después las introduce en sus galerías para alimentarse de ellas durante el invierno.  


Un ejemplar de topillo busca plantas para alimentarse y para llevar a su despensa.

Reproducción:

La edad reproductora, en relación con otros topillos, es relativamente tardía, y las camadas del neverón son menores que las del resto de sus ‘primos’, lo que es compensado con una elevada tasa de supervivencia juvenil y mayor longevidad de los individuos que superan los 24 meses.

Amenazas:

Es una especie protegida que se encuentra en la Lista Roja de los Vertebrados de España y de Andalucía. La principal amenaza se deriva del escaso número de colonias, de su pequeño tamaño y de la escasa o nula conectividad entre las diferentes poblaciones. En las altas cumbres de Sierra Nevada, no tiene muchos depredadores, salvo las rapaces y algún zorro que en verano se aventura por las altas cumbres.

Bioindicador del cambio climático

El topillo nival  es una las especies protagonistas de los estudios que se realizan por parte del Observatorio del Cambio Global de Sierra Nevada, integrado por científicos de la Universidad de Granada y técnicos del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada y de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía. 

En el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada se lleva a cabo un seguimiento y manejo de las poblaciones de neverones al ser un buen bioindicador del cambio climático
Se estudia la tendencia de la población de topillo nival en un gradiente temporal y altitudinal. En total se han estudiado ocho colonias situadas entre los 2.000 y los 3.100 m. de distribución de la especie en el área de estudio. El método de trabajo ha consistido en la captura de ejemplares y ha permitido conocer aspectos de la densidad poblacional, la biometria, la supervivencia y en general la composición de la comunidad de micromamíferos.

Se ha constatado que las poblaciones en los últimos años permanecen estables aunque la densidad está bajando sobre todo en las colonias de las cotas más bajas, ‘resistiendo’ mejor las de zonas elevadas. Según los estudios realizados recientemente en Sierra Nevada hay 9 topillos de media por hectárea en las cumbres, 9,5 en la parte intermedia, y 11 en la zona baja.