jueves, 23 de mayo de 2019

¿Un gesto admirable?, mejor dos.

Una de las tareas del módulo B "Gobernanza y Dirección Pública" del curso MOOC sobre Dirección Pública se refiere a compartir "un gesto admirable" a partir de la siguiente reflexión:

El valor público no es propiedad de los partidos políticos, instituciones de servicio público, disciplinas académicas o profesionales. El valor público se define y redefine a través de la interacción social y política. Compromete a políticos, funcionarios y comunidades. Los funcionarios públicos deben involucrar a la autoridad política, colaborar entre sí dentro y entre los límites institucionales, administrar de manera eficiente y efectiva, interactuar con las comunidades y los usuarios de los servicios y desarrollar reflexivamente su propio sentido de vocación y deber público”. Smith, R.F.I. (2004). Focusing on Public Value: something new and something old. Australian Journal of Public Administration, 63(4), 68-79.
He tenido la suerte de tener buenos jefes de los que he aprendido mucho en mi carrera profesional en la Junta de Andalucía, casi 30 años ya, pero voy a hacer referencia a dos 'gestos admirables' fuera de este ámbito que me marcaron y que incorporé a mi acervo. Uno fue en mi época de 'bachiller', mi profesora de Literatura me calificó en un examen oral sobre Gustavo Adolfo Bécquer con un 8,5.  Me lo había currado, había recabado múltiples referencias y lo había redactado con esmero. Al final de la clase me llamó para decirme que hubiera tenido un 10 si hubiera sido un examen escrito pero que puntuaba también la forma de exponerlo y me corrigió varias coletillas y me dio algunos consejos sobre lenguaje no verbal (no con este nombre). Fue mi primera gran lección sobre la importancia de saber hablar en público y sobre la comunicación. 25 años después me la encontré y recordaba perfectamente el día de aquella anécdota y me dijo que era una de las lecciones que mejor había enseñado a lo que le contesté: "y yo de las que mejor aprendí".


El otro gesto admirable es una lección de mi padre. Un día, en una tesitura adolescente, me dijo que no tuviera miedo a la hora de tomar decisiones, que pensara las cosas, antes de actuar, pero que no dejara de actuar y me quedara pensando. Que él siempre estaría apoyándome, especialmente cuando me equivocara para apoyarme en una decisión, pero que no podría hacer nada en una no acción. Como jefe siempre he apoyado a mis colaboradores cuando han cometido errores; apoyar cuando todo sale bien lo hace cualquiera, lo importante es que sepan que el error es parte del aprendizaje y que no debemos no actuar por miedo a la equivocación.




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