miércoles, 22 de noviembre de 2023

25N es (también) cosa de hombres

 No es la primera (ni la última) que escribo en El Independiente sobre el 25N. En esta ocasión he arrancado mi columna con un tono poético, con el amarillo del ginkgo y el violeta del Palacio Müller de la Gran Vía, y la acabo reivindicativo, reclamando implicación, mayor implicación de los hombres en la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

'25N es (también) cosa de hombres' | El Independiente de Granada

'25N es (también) cosa de hombres'



Los hombres somos tanto los causantes de las violencias contra las mujeres como una parte imprescindible para el fin de estas violencias"


Paseando el lunes por la tarde por Gran Vía me encuentro con el estupendo ‘maridaje’ entre el amarillo de los ginkgos y el violeta del Palacio Müller. Oigo una conversación entre transeúntes que especulan sobre las razones de la iluminación especial de la sede de la subdelegación del Gobierno. Uno de ellos acierta a decir que estamos en la semana en que las mujeres se dedican a la lucha contra la violencia hacia las mujeres, a lo que yo apostillo, al pasar, “y los hombres, también nosotros debemos sumarnos, y no sólo en estos días”. Me miran con cara de bicho raro.



La historia del 25N, como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres, tiene su origen en la República Dominicana. Empezó como homenaje a las hermanas, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal. Conocidas como ‘las tres mariposas’, provenían de una familia acomodada, habían hecho carreras universitarias, estaban casadas y tenían hijos, -eran gente de bien, que dicen algunos- pero cometieron el ‘pecado’ de ser activistas políticas contra la dictadura de Leónidas Trujillo y de luchar contra la violencia de género que se ejercía en ese régimen machista y retrógrado. Sus cuerpos destrozados fueron encontrados en el interior de un vehículo en el fondo de un barranco el 25 de noviembre de 1960; unos sicarios habían ejecutado las órdenes y simularon, torpemente, un accidente.



En el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en 1981 en Bogotá, se decidió que el 25 de noviembre sería el día oficial para conmemorar aquellos viles asesinatos. Posteriormente, en 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, definida como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada". Sería ya el 17 de diciembre de 1999 cuando esta jornada de reivindicación sería asumida por Naciones Unidas en la que se invitaba a los gobiernos, organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales a realizar actividades para fomentar la no violencia contra la mujer el 25N.



En la actualidad, desgraciadamente, tenemos que seguir en esta batalla porque la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo. Algunos datos son escalofriantes. Según la ONU el 30% de las mujeres de 15 años o más han sido víctimas de violencia física o sexual al menos una vez en la vida. En nuestro país, según la última macroencuesta de violencia contra la mujer, 1 de cada 2 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia por razón de género. Según datos del Balance de criminalidad del Ministerio del Interior, en el primer semestre de 2023 se denunciaron en España 2.307 violaciones, 1 cada 2 horas, y eso teniendo en cuenta que esto es solo la punta del iceberg ya que se calcula que solo se denuncia, ante la policía o en un juzgado, el 10% de las agresiones sexuales, bien por vergüenza, bien por miedo a no ser creída. Hay cerca de 50.000 mujeres víctimas de violencia de género que cuentan con medidas de protección policial bajo el sistema VioGen.

Deben comprender, ellos y ellas, que, llegados a este punto del camino hacia la igualdad, todavía hay mucha violencia machista y que esta no es más que una de las afloraciones del problema de la desigualdad de la estructura patriarcal de nuestra sociedad y de la resistencia a soltar privilegios, por lo que aún nos queda un largo trecho, aquí en España, y en todo el planeta

La violencia contra las mujeres es ‘cosa de hombres’ en el sentido que se utilizaba en una rancia campaña publicitaria de una bebida alcohólica en los años 70, que entonces podría haberse redondeado con el calificativo de “un licor español muy español”. Pero el asunto de la lucha contra esa violencia hacia las mujeres que protagonizan principalmente las mujeres es, también, debe serlo cada vez más, ‘Cosa de Hombres’. Hombres que son conscientes del origen de esa violencia y que se comprometen en su erradicación con un cambio de mentalidad, con unas nuevas masculinidades para una nueva sociedad más igualitaria. Hombres que entienden que la violencia contra las mujeres, lejos de ser superficial o individualizable, forma parte de todo un sistema, el patriarcal, que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra historia y que a lo largo de siglos ha mantenido la desigualdad de las mujeres como forma de dominación, explotación y subordinación.

Por estas razones hay que afirmar no sólo que “aún es tiempo de feminismo”, como reclaman con razón muchas mujeres, sino que quizás ahora más que nunca, es el momento de no flaquear porque no sólo queda mucha tarea por hacer, sino que además hay nubes negras, muy negras, de involucionismo amenazando en el cielo

A menudo escucho a mi alrededor comentarios sobre la superación de esos problemas de la desigualdad entre hombres y mujeres y sobre la innecesariedad del feminismo, aduciendo que ya se ha conquistado la igualdad ‘formal’ y ya ‘el tiempo’ irá poniendo a cada cual en su lugar según sus capacidades y sus méritos. Este discurso neomachista ha calado también en muchas mujeres que parecen inconscientes, o sin-conciencia de género, que deben desconocer que en todo caso estos importantes avances logrados, no se han producido de manera natural y automática, sino que son fruto de años de lucha del movimiento feminista, de miles de mujeres. Deben comprender, ellos y ellas, que, llegados a este punto del camino hacia la igualdad, todavía hay mucha violencia machista y que esta no es más que una de las afloraciones del problema de la desigualdad de la estructura patriarcal de nuestra sociedad y de la resistencia a soltar privilegios, por lo que aún nos queda un largo trecho, aquí en España, y en todo el planeta.



Por estas razones hay que afirmar no sólo que “aún es tiempo de feminismo”, como reclaman con razón muchas mujeres, sino que quizás ahora más que nunca, es el momento de no flaquear porque no sólo queda mucha tarea por hacer, sino que además hay nubes negras, muy negras, de involucionismo amenazando en el cielo.


Con el objetivo de implicar a esos hombres conscientes y comprometidos con los objetivos del feminismo, hace ahora una década, desde el PSOE de la ciudad se lleva a cabo una iniciativa que bajo el título de: “25N Es Cosa de Hombres” busca establecer lazos entre los granadinos para luchar contra la lacra que supone la Violencia de Género". Se trata de una lectura pública, que en esta ocasión se celebrará el viernes 24 por la tarde en el Cuarto Real de Santo Domingo, de textos feministas (literarios, filosóficos, pedagógicos, legales) por parte de hombres, pertenecientes a las diferentes esferas que componen la sociedad granadina. Es un acto más de los que esta semana se celebran como antesala y pre-calentamiento de la manifestación del próximo sábado, pero es un acto a la vez diferente porque pretende que los hombres nos involucremos activamente en una causa en la que toda la sociedad tiene que ser cómplice.



Este año el 25N llega a España marcado por dos fuerzas enfrentadas. Por un lado, la llegada, tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo, de gobiernos regionales y en muchos ayuntamientos tras los acuerdos entre la derecha y la ultraderecha, que están suponiendo un paso atrás en las conquistas sociales en el campo de la igualdad con medidas que van, desde la eliminación de las consejerías o concejalías de Igualdad, hasta el intento de negación de la violencia machista o su dilución dentro de la violencia intrafamiliar. Desde entonces se repiten vergonzosas declaraciones de responsables públicos… Se da la paradoja de que la seguridad de las mujeres frente a la violencia de género queda en muchos lugares bajo la dependencia, precisamente, de quienes niegan su existencia.



En contraposición, la agresión sexual sufrida por Jenny Hermoso, la jugadora de la selección española de fútbol, por Luis Rubiales, expresidente de la Federación Española de Fútbol, ha supuesto un revulsivo feminista, más allá del fútbol y más allá del deporte, en torno al #SeAcabó, que se ha convertido en una derivada rojigualda y en castellano del famoso mundialmente #MeToo. Algunos (y alguna), quisieron que este incidente quedara bajo la esfera de lo privado, de un asunto particular pero las mujeres han hecho que se convierta en un hecho de relevancia social y política, en una campaña cuyo objetivo debe ser la tolerancia cero ante abusos que aún forman parte de la cotidianidad y que pretenden presentar como comportamientos naturales lo que en realidad son manifestaciones propias del machismo y del patriarcado en el que se sustenta.


Igualmente, la investidura la semana pasada de Pedro Sánchez y el nuevo gobierno progresista supone un freno a esa involución, a un discurso que ha perdido los complejos para, sin disimulo, suprimir las políticas dirigidas a luchar contra la violencia hacia las mujeres y negar incluso su evidencia. La nueva ministra de Igualdad debe recomponer los lazos con todo el movimiento feminista, que ha corrido el riesgo de una peligrosa división, que permitiría abrir brechas por las que se pretenden colarse los negacionistas, los machistas a tiempo completo y a cara descubierta, y los disfrazados con el traje de yo estoy a favor de la igualdad, pero estoy en contra de que haya medidas de discriminación positiva que, dicen, “ya no son necesarias”. No les demos facilidades al enemigo, esta vez sí en género masculino, fundamentalmente.