El resultado de las elecciones generales del pasado 20 del 11, del 2011,
(al final TVE se pasó a mi manera de denominarlo para evitar 20N y puso 20.11
en el especial del día D), ni es el fin del mundo, aunque suponga un fuerte
varapalo para el PSOE, ni es el principio de la Historia, por mucho que todas
las derechas reunidas tengan esa tendencia al adanismo, a pensar que van a
hacer borrón y cuenta nueva.
Rajoy va a llegar al gobierno con pocos compromisos concretos por lo
que va a ser difícil exigirle que cumpla sus promesas electorales, vagas y
ambiguas, y, me temo, que va a basar buena parte de su discurso justificante de
sus acciones en la pesada herencia recibida. Ya en los últimos días de campaña,
cuando ya se veían o sabían que iban a gozar de una amplia mayoría, empezó a
cambiar su discurso reconociendo el margen escaso de maniobra que tienen los
gobiernos en la situación actual y el recorrido, largo, que tiene la salida de
la crisis y colocó, directamente o por intermediación de algún/a colaborador
próximo, algunos mensajes pidiendo:
- colaboración a todas las fuerzas políticas, a toda la sociedad,
- comprensión de las difíciles medidas que había que tomar y
- paciencia para esperar resultados.
Ante lo primero hay que tener una gran valentía y osadía rayando la
cara dura después de la estrategia oposición irresponsable practicada por el PP
durante la pasada legislatura en la que estaban más pendientes de derrotar al
gobierno que de ganarle la batalla a la
crisis pero lo curioso es que a nadie le ha sorprendido.
Ante lo segundo, después de haber acusado a Zapatero de haber realizado
grandes recortes sociales y de prometer que él no iba a hacerlos, es una manera
de poner la venda antes de la herida e ir preparando a los acólitos para que vayan
allanando el camino. Como he dicho, al principio, les valdrá con acusar a lo
mal que se han encontrado la situación, “peor de lo que esperaban” y dirán que
había que haber tomado medidas antes para que ahora no fueran tan duras. Lo
estoy viendo y oyendo.
Lo de la paciencia para esperar que las medidas tengan resultados
visibles tiene un poco de guasa cuando hemos escuchado hasta la saciedad que
bastaba con cambiar el gobierno y poner gente competente, sin improvisación, al
frente. Ahora escucharemos repetidamente que el problema no es sólo de España,
que no sólo es cuestión del gobierno la solución, (coño, no era ZP el culpable) y que hay que
estudiar bien las medidas. Yo diría que han tenido tiempo para pensarlas, para
tenerlas preparadas.
Ya se que todavía no se ha constituido el Congreso de los Diputados y
que Rajoy no ha sido investido presidente pero echo de menos que con esa
confianza tan mayoritaria que ha obtenido no sea capaz de salir dando un
mensaje de confianza a la mayoría de la población, empezando por los mercados,
para compensar al menos esa imagen catastrofista que se ha encargado de
alimentar durante tanto tiempo.
Porque, en contra de lo que publicaban casi todos los medios de
comunicación, lo dicho por Mariano Rajoy la noche de las elecciones fue
auténticamente desazonador. Primero por la forma de ese pretendido discurso
solemne, leído para variar, en el interior de la sede del PP. Para dar un
pésame el presidente del gobierno in pectore es único, un tío serio y formal,
pero para generar ilusión y confianza es un negado. En cuanto a contenido,
todavía peor porque el mensaje fue pobre, vacío. Decir que "hay que ganarle la
batalla al paro y a la crisis" y cosas como que "hay que recuperar el orgullo de
ser españoles" (yo no lo he perdido nunca pero me suena como aquellos equipos de
fútbol que lanzaban el grito de guerra “hay que ganar por cojones”, para
compensar otras cualidades técnicas y tácticas). “Sé muy bien lo que nos toca” y
“haré lo que humanamente se pueda hacer” fueron dos de las frases lapidarias de
la noche electoral que se me han quedado grabadas por su profundidad y hondo
contenido, y hale, todos los fanáticos a
reírle y aplaudirle las ocurrencias.
Pero si vacuo fue el discurso en la comparecencia oficial, lo visto y
lo oído en su salida al balcón de la calle Génova ya fue para irse a acostarse
y enjugar las lágrimas en la almohada por lo que nos espera. Las palabras de
Rajoy ante sus hooligans confirman por qué Rajoy lee en sus intervenciones ya
que cuando no lee todavía es más decepcionante. Lo malo de la noche electoral
es que las bases del PP con la euforia de la victoria expusieron con menos
cortapisas y contención que nunca su verdadero pensamiento y los gritos de
“España unida jamás será vencida”, “Rajoy quita el aborto” y otras frases
coreadas que muestran a las claras que han entendido la victoria como una revancha
y que dejan sin ningún crédito la llamada de su líder al abandono de la
confrontación ideológica y la pretendida imagen de estadista no partidario de
Rajoy, sin ningún valor ni credibilidad.
Por otro lado, por lo visto y escuchado la noche del domingo, la clac del PP tiene unos gustos musicales
pésimos, una creatividad para las frases coreadas bastante exigua y parece más
bien una peña de ultras de fútbol, o un club de fans de un grupo ñoño, que la
militancia de un Partido Político llamado a desempeñar un papel crucial en este
momento histórico. Lo bueno por tanto de la noche electoral es que a pesar de
todo, Rajoy es lo menos malo del PP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario