No es lo mismo.
Ignacio Henares
No debemos caer en la trampa farisea de considerar que no hay diferencias entre violencia de género y violencia intrafamiliar. Por ahí se cuela un discurso machista y un ataque a la igualdad entre hombres y mujeres y a la propia convivencia democrática.
No ha habido sorpresas. La negociación entre la derecha extrema y la extrema derecha, tras las elecciones en Castilla y León, ha culminado con la entrada de Vox, por primera vez, en un gobierno autonómico, con una vicepresidencia y tres importantes consejerías. El mismo día en que la ultraderecha se reafirma en querer eliminar el Estado de las Autonomías, en el mismo acto solemne del debate de investidura, se han puesto como locos a ‘pillar sillones’ y a dominar chiringuitos, por utilizar su demagogo, aunque exitoso, lenguaje.
Tiene guasa el asunto porque arrancó con una convocatoria anticipada por parte del presidente Mañueco para desprenderse de Ciudadanos y poder ofrecerle ‘otro’ triunfo electoral previo al camino a La Moncloa a Pablo Casado (¿se acuerdan de él?). Al PP sin embargo le salió el tiro por la culata y se disparó en el pie, teniendo que echarse ahora a las espaldas a su íntimo enemigo; Vox además se ha hecho con la presidencia de las Cortes castellanoleonesas lo que le da la manija para muchos asuntos de su ‘agenda política’. En términos castizos podemos decir que la jugada de los populares ha sido cambiar mocos por babas. ¡Con lo poco que estorbaban los naranjas que siguen su deriva hacia la desaparición total!
Pero por mucho que intenten blanquear, y tienen mucha cal en los medios afines dando manos e intentando acotar la trascendencia del acuerdo, ya no hay marcha atrás. Tras la operación fallida han pasado por la guillotina a Casado y han pringado en la ‘solución’ al entronizado nuevo líder del partido de la gaviota, el gallego Feijóo.
(Merecería dedicarle más tiempo a la vertiginosa ‘transmutación’ en los cuadros del PP que en apenas un fin de semana pasaron de los elogios y el culto idolatrado a Pablo Casado a su defenestración y a huirle como la peste. Entre los dirigentes populares granadinos ha habido algunos casos que dan vergüenza ajena y muestran la incoherencia, la ausencia de principios y escasa lealtad que se gastan por estos lares).
El caso es que el todavía presidente de Galicia llega, aunque no aparezca en las fotos con Abascal, a la dirección del PP teniendo que certificar un Pacto en el que la ultraderecha ha impuesto su visión en temas de gran trascendencia social y política como la violencia machista, la memoria histórica o la inmigración.
No es la primera vez que dirigentes del PP ‘compran’ el discurso negacionista sobre la violencia de género de la ultraderecha, ni desgraciadamente será la última, pero la cuestión ya se ha vuelto más que preocupante porque ha pasado a hacerse carne en un gobierno autonómico y por las implicaciones políticas que hacen pensar que las derechas han abierto una nueva etapa en la consideración de esta lacra social y por extensión en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.
Curiosamente uno de los protagonistas de este esfuerzo por el blanqueo de la violencia machista ha sido el consejero andaluz de Salud, el que dijo que el aborto era un ‘chupetón’ al que las mujeres se sometían alegremente; el mismo que explicaba, que las vacunas que se perdían (cuando eran un bien muy preciado y escaso), por la imprevisión y mala gestión del gobierno andaluz, eran solamente ‘unos culillos’. No quiero ni imaginar que hubiera dicho la carcundia si estas expresiones hubieran sido utilizadas por un consejero ‘socialcomunista’… Entonces se hubiera armado la de Dios, se habría vomitado desde diferentes frentes sobre la falta de preparación y lo ordinario de esas expresiones. Pero en esta ocasión la opinión publicada, generalmente, le ha reído las gracias y ha considerado que es un consejero ‘cercano’, porque lo de llamarle campechano con lo del emérito no está tan bien visto como antes.
Mi vena gitana me pide echarle una maldición para que Aguirre sufriera en su entorno próximo dos episodios distintos de violencia y viera, y sufriera, la diferencia. Pero en el momento zen en el que me encuentro voy a sustituir esa idea por el envío de un par de libros para que entienda que no es lo mismo violencia intrafamiliar que violencia de género y que aunque hay violencia que no tiene género el género sí tiene violencia.
Lo que significan aquellas palabras del consejero de Salud, rematadas ahora con las manifestaciones del vicepresidente del gobierno andaluz, y ahora lugarteniente también del presidente nacional del PP, el malagueño Elías Bendodo, es que los populares están dispuestos a sacrificarlo todo por mantenerse en el poder. Pero a partir de ahora no caben malabares dialécticos, no se puede sorber y soplar a la vez. O se está contra el machismo o se está a favor, por citar uno de los elementos claves de la cesión, de la rendición, del discurso a la ultraderecha.
El mismo Núñez Feijóo, todavía presidente de Galicia y ya presidente del PP, negó hace poco en una rueda de prensa que la violencia vicaria (una de las formas más crueles de maltrato ejercida contra los menores para causar un daño insoportable a la madre), formara parte de la violencia machista. Y eso que un año antes el Parlamento de Galicia aprobaba, por unanimidad, la incorporación de esas víctimas a la ley gallega de prevención de violencia de género... Más tarde al intentar rectificar Feijóo a través de las redes sociales, caía en el ya viejo tópico usado cínicamente por la extrema derecha, y escudándose en que está contra todas las violencias, argumento que persigue negar la singularidad de la violencia machista y su carácter estructural.
Me pregunto si la derecha, que ahora se dice moderada, nunca ha interiorizado el significado de la violencia machista o, lo que es peor, está dispuesta a todo por tal de mantener cuotas de poder. Si lo ha hecho ya en Castilla y León es fácil pensar que estamos en la avanzadilla de lo que pudiera ocurrir en Andalucía tras las próximas elecciones, por lo que las declaraciones de Jesús Aguirre hace unas semanas tendrían la intención de servir de parche y ahora las de Bendodo quisieran servir de vacuna preventiva.
Es curioso este giro al que han sucumbido los populares al sentir el aliento en el cogote de la extrema derecha. ¡Con lo que costó que el PP entendiera que la violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado, sino que es la manifestación más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad! En muchas instituciones el Partido Popular, hasta ahora, había asumido ya (o eso parecía) que la violencia de género o machista es una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Por ello se sumó al consenso social, al Pacto de Estado, a la legislación nacional y en las comunidades autónomas, y a las medidas para atajar este grave problema social. Y, creíamos, que para prevenir y combatir el machismo había comprendido que era necesario ponerlo en un contexto social y cultural que presenta la violencia como una opción válida dentro de la sociedad y la masculinidad.
Pero algo está cambiando de manera peligrosa. En Madrid con Ayuso, en Castilla y León con Mañueco (convertido en ‘muñeco’ de Vox) y en Andalucía con Moreno Bonilla por mucho que quiera sacudirse su responsabilidad, dónde se empezó a querer normalizar a la extrema derecha. Aquí el autodenominado ‘gobierno del cambio’, de PP y Ciudadanos ya empezó a ceder hace tres años y Vox que facilitó la investidur, (entonces no valía lo de que gobierne el más votado que ahora predica el líder del Partido Popular), ha estado durante este tiempo haciendo amagos de retirar su apoyo externo y consiguiendo ganar pequeñas batallas, como el teléfono de violencia familiar o el acoso a los profesionales que trabajan en violencia de género, que le han servido de alfombra para pasar del pasillo de invitados a la sala de mandos.
Sólo una gran movilización de una amplia mayoría progresista puede impedir que la ultraderecha avance, por delante, al lado, o junto a la derecha plegada a sus mensajes. Andalucía, más pronto que tarde, será el escenario, esperemos que incruento, de la batalla por la igualdad entre hombres y mujeres.
Empecemos por aclarar que no es lo mismo violencia intrafamiliar que violencia machista; arranquemos ganando la batalla del lenguaje y de las ideas y luego traduzcamos en votos esta mayoría. Desde Andalucía, que hizo que el título VIII de la Constitución, que ahora la extrema derecha quiere derogar, derivara hacia el actual Estado de las Autonomías y que nuestra tierra fuera una Comunidad Autónoma ‘de primera división’, podemos hacer ahora que nuestro país no se rinda al ataque demagogo y populista contra nuestra democracia que larva en las entrañas de los patriotas de banderitas y fachalecos.
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