La resaca electoral ha empezado como acabó la campaña
electoral: agitada, confusa e intoxicada. El resultado de las urnas es inapelable y no
puede ser reinterpretado a la medida que nos interese. Las opiniones son
múltiples, casi tantas como los votos emitidos, pero la expresión global del resultado es la
que es. A mí lo que me sorprende es que haya gente que se manifieste sorprendida
de los resultados. No sé en qué mundo viven o si están rodeados de tahúres expertos
en jugar al póker con su cara y con sus opiniones. El resultado de las urnas no es más que la suma integrada de lo que ocurre en las familias, en los "tajos", en los barrios... con las mismas contradicciones e incertidumbres y con las mismas cosas claras que ocurre, que se vive, en estos momentos en nuestra sociedad. Podríamos decir ante esta complejidad que a mucha gente pone nerviosa, tanto por novedosa como por difícil, (tomo las palabras del noi de Poble Sec -ya mejor dicho del
avi Serrat-), que "nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio". Lo que si tiene remedio es
la gestión de un resultado que en apariencia conduce a la ingobernabilidad.
Habría que asumir, de
primeras, que los electores no hemos querido aplazar la decisión sobre la
formación de un gobierno y no hemos especulado con la posibilidad de unas
hipotéticas segundas elecciones. El sistema electoral actual es a una vuelta y
aunque yo soy partidario de su reforma (en este mismo blog lo he expresado en
varias ocasiones desde hace unos años), no se puede variar las normas a mitad
de partido y cuestionar el resultado, (otros sistemas no hubieran arreglado el
actual panorama político), por lo que debe conducirse la estrategia a conseguir
una mayoría de gobierno con suficiente estabilidad.
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Para ello lo primero que hay que hacer es dejar de hablar de
"geografía política y de matemáticas" y poner sobre la mesa la agenda
de la gente. Deberíamos dejar de hablar de yo soy el primero aquí y allí, tú tienes
el peor resultado de la historia, yo he subido no sé cuanto en unos meses, tú
has pinchado… Es momento de tomar posiciones Políticas (con mayúsculas) y
abandonar posiciones electoralistas (con minúsculas).
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Para mí el resultado no permite que Rajoy pueda ser
investido presidente del gobierno. Ni la aritmética ni la herencia recibida de sí
mismo y de su gobierno de estos cuatro años lo permiten ya que su despotismo
absolutista le ha cerrado todas las puertas posibles. Más bien el PP se ha
cerrado esta posibilidad de manera voluntaria y han jugado a que esa era la mejor
y la única alternativa. Para ello habían preparado un escenario para la
renovación de su mandato, alargando la legislatura para aprobar unos
presupuestos, maquillando los datos económicos y de empleo, ambientando con
luces de Navidad y consumismo la campaña electoral… y asumiendo un ligero
desgaste poder continuar su desmantelamiento del estado del Bienestar. Pero ni
siquiera con el apoyo de la muleta de Albert Rivera -podíamos decir Ciudadanos
pero es que hoy por hoy es más una apuesta personal que un proyecto político- le
han salido las cuentas y no puede ni acercarse a la posibilidad de ser
investido ni en primera ni en segunda vuelta.
Y digo que no puede ser investido porque la abstención del
PSOE ni en primera ni en segunda vuelta puede valorarse como una opción seria
ni coherente. Como no lo puede ni va a ser la de Pablo Iglesias. Ni la aludida
situación de emergencia nacional ni las presiones de los poderes fácticos
pueden conducir a este callejón sin salida. Ello supondría dar la razón a que el sistema
está agotado y no es capaz de dar solución a los problemas institucionales, no
sólo que necesita reformas sino que requeriría una solución final y significaría
un fracaso político total y global ante la sociedad.
Agotada esta primera posibilidad en torno al partido más
votado, ni con Rajoy ni sin él ¿hay otra alternativa? Aunque ahora se ve muy
difícil, más difícil desde luego lo tiene el Partido Popular, creo que los
partidos de izquierda están en la obligación de explorar una solución, de
apuntar soluciones al problema y no plantear problemas a la solución. Porque en España ha ganado el cambio progresista a que las cosas sigan como están, eso es lo que, con distintas visiones y versiones una mayoría de ciudadanos ha dicho que quiere.
Si yo fuera Pedro Sánchez, si fuera candidato a la
presidencia del gobierno, -vaya hipótesis más alejada de la realidad me he
buscado- empezaría a tomar la iniciativa en un sentido diferente al que han
tomado los primeros escarceos y desafiaría a todas las fuerzas políticas en una
agenda de gobierno y legislativa (nótese la separación intencionada) y
obligaría a que se retrataran todos los actores políticos (nótese que aquí me
refiero no sólo a los partidos y coaliciones políticas en liza).
Mi discurso provocador
se desmarcaría del ARVotómetro e iría en las líneas siguientes:
¿Y si fijamos el objetivo en avanzar hacia la igualdad entre
hombres y mujeres, en el trabajo, la política... que alcance la vida familiar?
¿Y si ponemos el centro de atención en las personas, en los
mayores, los jóvenes, los desempleados... ?
¿Y si hablamos de una nueva política energética, de
transición hacia las renovables e incluimos medidas de ahorro y eficiencia en
la agenda?
¿Y si incluimos la lucha contra la pobreza energética y las
iniciativas para evitar los desahucios como elementos centrales de un acuerdo?
¿Y si situamos en el centro del debate del próximo gobierno
un Gran Pacto educativo?
¿Y si ponemos como medida fundamental para un acuerdo de
gobierno la derogación de la reforma laboral?
¿Y si ponemos como primera condición para llegar a acuerdos un
programa contra el cambio climático?
Por las ideas y los programas, por el discurso durante la
campaña electoral, habría una mayoría suficiente para formar un gobierno estable
del cambio que pudiera llevar a cabo la contrarreforma de las reformas del PP y
si faltaran unos cuantos votos no dudo que los naranjitos que tienen esa
responsabilidad y esa altura de miras y sentido de Estado y que no son ni de
derechas ni de izquierdas sino de centro, igual que están dispuestos a
sacrificarse por el interés general en un sentido podían hacerlo hacia el otro
y España les reconocería su gesto en el futuro. Aparte del discurso de los
platós y del marketing electoral, más allá de las poses y de lo de la nueva y la vieja
política, lo de la casta, los emergentes y toda esa palabrería con fecha de
caducidad, yo no veo diferencias abismales
entre el supuesto asalto a los cielos de Podemos et al y la presunta gestión pisando en el suelo que propone Pedro Sánchez.
Este debate ha estado siempre latiendo, residiendo, en la izquierda
española aunque más concentrado en una fuerza hasta ahora hegemónica, el PSOE que vive con dos almas,
y una segunda fuerza pequeña pero influyente políticamente, en sus diferentes
versiones: los ‘comunistas’ Izquierda Unida o la Izquierda Plural. Porque, ¿qué es lo que proponen las fuerzas de izquierda ‘auténticas’,
si asumimos que han superado ya la fase infantil bolivariana y se aprestan a
distanciarse de la adolescente solución a la griega? Pues les queda recomponer
el Estado del Bienestar, actualizado, modernizado, si se quiere, que fue
posible con gobiernos socialistas, y la regeneración de la política, sobre todo
con la lucha contra la corrupción institucionalizada y en este asunto, el actual líder socialista tiene las manos limpias y no puede considerarse un obstáculo por parte de los podemitas.
¿Es posible para PODEMOS avanzar
en este país, en este momento junto a un PSOE renovado, con un líder legitimado
por haber ganado con el voto directo en primarias de las bases socialistas o
piensan “el Coletas y los suyos” que su conquista es a todo o nada, no sólo
contra el PSOE sino sin el PSOE?
En esta ocasión, hace unos días, los españoles, con todos los matices geográficos que se quiera, con todas las asimetrías que se consideren, han dicho que el cambio debe ser con el PSOE, incluso han dicho más, con el PSOE en primer lugar, a pesar de las condiciones tan difíciles en las que ha jugado esta partida. Pero la respuesta a esta pregunta anterior la tienen en su tejado los “En Común” y pueden evadirla amparándose en cuestiones como que lo primero es el derecho a decidir y la arquitectura del Estado, sabiendo no sólo que esa vía es estrecha y lenta frente al AVE de la formación del gobierno y que además no avanza con el bloqueo del Partido Popular.
Puede que en el camino que yo dibujo haya más obstáculos de
los que yo he señalado y más intereses partidistas y estrategias paralelas en
juego pero en todo caso con esta oferta de cambio de progreso ya habríamos adelantado bastante
para iniciar la carrera, si estuviéramos abocados a devolverle la palabra y la
papeleta a los ciudadanos, y al menos estaríamos mejor informados de que
ocurriría con nuestro voto, de cómo sería utilizado, en esas nuevas elecciones.
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