Nueva entrada en mi columna 'Sacando Punta' en el periódico digital El Independiente de Granada.
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En Andalucía cada vez se está volviendo más difícil poder decir, siquiera por teléfono, qué me pasa doctor/a? La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía está haciendo que recobre sentido la palabra ‘pacientes’ para referirnos a los usuarios de la sanidad.
Hace días que la Mesa en Defensa de la Sanidad Pública denunció que la Atención Primaria estaba colapsada que los profesionales están agotados y saturados y que se tardan hasta 15 días para un primer contacto, telefónico, con nuestro ‘médico de cabecera’. (Ayer pedí cita y tuve la suerte de que ‘sólo’ tengo que esperar 11 días para la consulta, telefónica, con mi médico. Lo de que puedan realizarme algunas pruebas diagnósticas ya se verá...). Y no hay atisbos de mejora sino todo lo contrario, el panorama es susceptible de empeorar.
Nos quejábamos del cierre de centros de salud y de la eliminación de las consultas por las tardes, pero la situación está derivando en insostenible con el riesgo de que aumente la presión asistencial sobre los hospitales y “se arme el follón padre”. Pondré un ejemplo de lo que me pilla más cerca y conozco de primera mano. En mi centro de salud no se han cubierto cuatro bajas de médicos desde hace seis meses, una situación que en cualquier circunstancia resultaría complicada de resolver para el resto de profesionales, pero que en la excepcionalidad de la actual significa que estamos a un paso del reventón del sistema.
La situación en la Atención Primaria se complica cuando los trabajadores de Salud Responde, (un servicio que ha pasado en un año de tener una valoración de más de un 9, sobre 10, a pasar a menos del 2), han contado que tienen órdenes de no facilitar citas médicas. Estos operadores, con empleos precarios, contratos por horas y sueldos inferiores a 500 euros mensuales, han revelado el bucle maldito en el que enredan a los que acuden al servicio telefónico de Salud Responde: la llamada se pasa a una ‘máquina’, si no pueden atenderla les contesta un operador que debe pasarlo a una cola de llamadas infinita y cuando por fin se contesta, la obligación de dicho trabajador, es volverlo a pasar a la máquina y vuelta a empezar. La otra opción es llamar al centro de salud, que no suele contestar porque están desbordados, con mucha gente en la cola, precisamente, porque no se contesta al teléfono de Salud Responde. Lo que se consigue es que acabamos exponiendo a los usuarios/pacientes a mayores posibilidades de contagio, que era lo que se quería evitar y además se están utilizando los servicios de urgencias para dolencias y recetas que deberían tratarse en Atención Primaria.
Durante meses el aparato de propaganda del gobierno de San Telmo se ha dedicado a realizar campañas para promocionar que el ejecutivo andaluz era el campeón en la gestión de la pandemia, en Anticipación, bordeando -si no vulnerando- la normativa vigente sobre publicidad institucional; ahora se está demostrando que lo único que lidera es la ausencia de planificación. Ahora que tienen todas las competencias y responsabilidad en las decisiones, el presidente JuanMa Moreno y su equipo están cayendo en la improvisación y actuando a remolque de los acontecimientos, a rebufo de los medios ante el aumento de las ‘malas curvas’. Lo que antes calificaban de improvisación referiéndose al gobierno central ahora lo llaman flexibilidad e ir adaptándose a las circunstancias pero se puede calificar con más exactitud de ‘estar a verlas venir’, una actitud en la que fue maestro durante años MpuntoRajoy al que pronto se referirá su sustituto Pablo Casado, entonces diputado por Ávila, como “esa persona que entonces dirigía el partido que ahora se dirige en otro sentido”, siguiendo la escuela creada en el Partido Popular para intentar escurrir el bulto.
En lo que sí se ha colocado en el pelotón de cabeza Andalucía es en el número de contagios, y eso teniendo en cuenta que hay que tener ‘en cuarentena’ los datos que aporta el gobierno de la Junta, dada su opacidad y falta de transparencia también, en este asunto, que llegó a su máximo cuando desde el Servicio Andaluz de Salud prohibieron a los profesionales sanitarios que ofrecieran información a los medios de comunicación acerca del coronavirus y su incidencia en los distritos sanitarios mediante un escrito que los sindicatos médicos calificaron por entonces de ‘amenaza’. Por contra, en Andalucía nos hemos colocado a la cola, de farolillos rojos, en la realización de pruebas PCRs. Todavía resuenan los ecos de los que pedían “tests masivos ya” cuando no eran necesarios ni efectivos, durante el confinamiento. Tengo un vecino que ha retirado hace poco un cartel que lo reclamaba, ahora que es cuando es justo y necesario pedirlos en la ‘nueva normalidad’, cuando se tiene contacto con casos confirmados y su realización es esencial para controlar en primera instancia los brotes.
Y es que sabemos que en la Andalucía de la #Anticipación se tarda hasta una semana (o más) para confirmar un positivo, un tiempo fundamental para seguir el rastro de los contagios y evitar la transmisión comunitaria (lo de contagio comunitario es un camelo, un invento del consejero de Salud para intentar disminuir la gravedad del asunto y disimular la falta de control). Los gestores de esta nueva situación no están a la altura y están consiguiendo que el retraso de la realización de estas pruebas extienda de una manera mayor los contagios durante los días que se pierden en la realización de las PCRs y logrando que se pierda el rastro de los focos de los brotes. Porque el asunto de la más que evidente falta de rastreadores es de juzgado de guardia. Este era uno de los elementos esenciales para pasar de fase durante la desescalada. Por entonces los ‘responsables’ de la Consejería de Salud presumían de que estaba todo preparado y se disponía de suficientes rastreadores para hacer frente a los eventuales rebrotes. Era cuando el quejío y el agravio comparativo tan genuinamente ‘granaíno’ se apoderaron de la opinión publicada clamando contra el mando único.
Tampoco ayuda mucho ni genera confianza que un responsable político como el delegado territorial de Málaga de la Consejería de Salud y Familias, que en un alarde de sinceridad ha confesado que la situación de la Atención Primaria está colapsada en esa provincia, haya pedido a los médicos “que tengan fe” y haya declarado: “Yo rezo todos los días para que haya vacuna, se acabe la pandemia y la situación mejore y podamos respirar”.
Pero es que hay que tener mucha fe y más moral que el Alcoyano para confiar en la mejora de la cuestión de la salud andaluza estando a los mandos de este barco el consejero Jesús Aguirre, el que se refería a la interrupción voluntaria del embarazo como ‘el chupetón’, el que llegó al cargo presumiendo que “en tres días ya teníamos montados el staff de la Consejería, todos son amigos míos”, el que arrancó con una pésima gestión de la listeriosis, el que manipuló las listas de espera para maquillar el fracaso del Plan de Choque...
Lo más grave de este asunto es que el gobierno andaluz no parece ser consciente de la importancia de la Atención Primaria en el Sistema de Salud, y en concreto y de manera especial, para la gestión de la emergencia sanitaria del coronavirus que se requiere en esta coyuntura. Aunque también hay mal pensados que sostienen que más que incapacidad hay un plan trazado para deteriorar la sanidad pública y derivar fondos hacia la capitalización de la medicina privada, para imponer copagos y otras ‘soluciones’ a la financiación del sistema sanitario.
Porque ¿dónde están los 600 millones que ha aportado este verano el gobierno de España a Andalucía para hacer frente a esta crisis? En este asunto (la Consejería de) Salud, NO (tampoco) responde. Ocurre como en Educación, con una apertura de curso con apenas cambios respecto a la situación del curso pasado, en la que también se reclama en qué y a dónde irán destinados los casi 400 millones recibidos del gobierno ‘social-comunista’ de Pedro Sánchez.
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