Esta foto de un sapo partero escalando por las paredes de una alberca inspiró el titular del artículo |
He titulado el artículo "Un peculiar sapo trepador" para contraponer al sapo corredor y a los "pesados y torpes sapos" más conocidos un curioso sapo más pequeño, de hábitos crepusculares y nocturnos que pertenece al grupo de los singulares sapos denominados parteros. Y de camino explicar, siquiera brevemente, por qué reciben este nombre
Por otra parte apuntar algunas notas sobre la importancia de la conservación de esta especie endémica de las Sierras Béticas y su idoneidad como bioindicador del cambio climático, como todas las especies de anfibios.
En los huecos de tiempo de las mismas jornadas, (aparte de darnos una vuelta por Segovia, incluido paseo nocturno por el centro y cena a "los pies" del acueducto y de una vuelta obligada por los Jardines de La Granja de San Ildefonso), he preparado el artículo con la inestimable colaboración de mis compañeros de viaje y expertos en herpetos, Elena Ballesteros y JuanRa Fernández Cardenete y allí mismo hemos recopilado el material gráfico, solicitando la ayuda en la distancia a Emilio González Miras que al final no pudo acompañarnos a las jornadas pero que nos ha aportado las fotos que necesitábamos para completar el mini-reportaje.
El resultado puede consultarse AQUÍ en la versión digital o más completo en la edición en papel.
Os dejo aquí las imágenes originales del artículo para que podaís desmentir a Linneo que decía que "estos bichos son feos, pringosos... y se nota que no han sido agraciados por el Creador". A mí me parecen extraordinariamente bellos y curiosos y además siempre me han fascinado las metamorfosis.
Los renacuajos de esta especie requieren aguas limpias y bien oxigenadas. |
Ejemplar metamórfico ya con las cuatro patas y todavía con cola. |
Adulto macho transportando los huevos. |
¿Por
qué se le llama ‘partero’?
La mayoría de los sapos acuden
a reproducirse a zonas húmedas donde tras la cópula o “amplexus”, depositan
varios miles de huevos. Las larvas que eclosionan son depredadas en gran número
por macro-invertebrados acuáticos, peces, otros anfibios, reptiles, etc., pero
casi siempre sobreviven los suficientes para garantizar el relevo poblacional.
El sapo partero utiliza
una estrategia distinta. Generalmente lleva una vida discreta, principalmente
nocturna y pasa el día escondido bajo piedras y en grietas o enterrado en la
tierra. En la época de celo, los machos emergen a la superficie y emiten un
canto muy característico, que atrae a las hembras. Una vez juntos el macho
abraza a la hembra y esta comienza a soltar un cordón formado de unos 40 huevos.
Entonces el macho fecunda los huevos, recoge el cordón y se lo enrolla en las
patas traseras. El macho puede aparearse con más hembras y acumular más huevos,
a veces más de 100. Desde este momento permanece escondido en su refugio, para
mantener los huevos en buenas condiciones de humedad, saliendo ocasionalmente
para alimentarse.
Al cabo de unos 30 a 40
días, los huevos han madurado y el macho se acerca al agua y moviendo las patas
traseras deja caer la masa de huevos. Casi de inmediato los pequeños renacuajos
eclosionan y comienzan a nadar y a alimentarse por lo que la escena se asemeja
a un parto y de ahí el nombre de estos peculiares anfibios. Esta estrategia le permite al sapo evitar la
depredación directa de las masas de huevos y que los renacuajos nazcan más
desarrollados y preparados para la supervivencia.
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