Las casas alpujarreñas, como el urbanismo
de la comarca, están especialmente adaptadas al perfil montañoso y a las
condiciones climáticas y responden a una relación estrecha con su medio
natural.
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Mi colaboración semanal en el periódico Granada Hoy ha sido dedicada a la arquitectura alpujarreña, una "Arquitectura de altura" lo he titulado y en este reportaje a doble página he podido reflejar algunos de los aspectos más destacados de las construcciones típicas de esta comarca de Sierra Nevada. En este momento en el que se reactiva la candidatura de la Alpujarra a Patrimonio Mundial es preciso que se conozca el patrimonio cultural, su origen, singularidad para que podamos sentirnos orgullosos de él pero también asumamos la responsabilidad de su conservación.
En La Voz de Granada, comentamos el artículo |
www.granadahoy.com/article/granada/2118316/arquitectura/altura.html
Aunque la ocupación del territorio y el origen de este tipo de construcción sea anterior al periodo musulmán, la configuración actual de la mayoría de los pueblos alpujarreños se debe a esta etapa cuando el aumento de población fue más significativo, siendo el pueblo beréber quien viene a conformar la tipología de sus viviendas, lo que parece corroborar la similitud con algunos poblados norteafricanos. No obstante, serán los nuevos pobladores cristianos, tras la expulsión de los moriscos los que rematen su imagen finalmente.
La adaptación a un relieve montañoso, en
ocasiones abrupto, con dificultad de acceso a otros valles, dio origen en la
comarca alpujarreña a la formación de pequeños núcleos urbanos relativamente
próximos entre sí, orientados a la autosatisfacción de sus necesidades, con
escasas demandas exteriores.
En este contexto se entiende que la arquitectura de la
Alpujarra responda a una relación estrecha con el medio natural en el que se
sitúa y en esto influye, decisivamente, la elección y disponibilidad de los
materiales constructivos, obtenidos directamente del entorno más próximo,
prácticamente al alcance de la mano, o de la carga en animales de tiro. En esto
la Naturaleza fue generosa con la zona ya que ha proporcionado la madera y la
piedra necesarias para el desarrollo de un tipo de arquitectura genuino,
singular, que se ha demostrado muy eficaz desde el punto de vista bioclimático
pero a la vez de gran belleza y perfecta
integración en el paisaje.
La contribución de esta arquitectura serrana
al paisaje es una de los principales motivos de la apuesta para que la UNESCO
incorpore a la comarca en la Lista de Patrimonio Mundial. La candidatura a este selectivo club no puede
concebirse sin la especial relación existente entre el patrimonio natural y el
patrimonio cultural, en esta simbiosis que da lugar a un paisaje ecocultural
único y que ha hecho del equilibrio entre el aprovechamiento y la conservación
de los recursos naturales, un acabado ejemplo de eso que ahora llamamos
sostenibilidad.
En la Alpujarrra la casa popular se
convierte en una parte más del paisaje natural. Los materiales con los que se
construye, las formas cúbicas, los ‘terraos’ cubiertos de launa, los huertos
interiores… se desparraman por los barrancos como mantos blancos pintados en la
montaña. En sentido inverso, ese paisaje natural, desde la escena urbana de los
pueblos, se convierte en un fondo escénico de incalculable belleza que desde
las cimas, (buena parte del año cubiertas de nieve), hasta las vegas bajas,
muestra un mosaico integrado de imágenes de diferentes texturas y colores que
se puede disfrutar desde múltiples ángulos, esquinas y encuadres.
Materiales constructivos
El elemento constructivo base de la casa
alpujarreña es la piedra disponible en la zona, utilizada para los gruesos
muros, reservando las lajas de pizarra para su uso en suelos y aleros. Estas
rocas locales presentan una notable ventaja al permitir su división en piezas
de distintos tamaños, ofreciendo una gran flexibilidad estructural para resolver
problemas de geometría y acabados. Además de ser empleadas para la arquitectura
residencial, han servido para la
construcción de eras, albercas, puentes, balates, apriscos… y en las
tradicionales acequias de careo.
El otro material constructivo básico es la
madera, preferentemente de castaño, antiguamente mucho más abundante, y cuyas
propiedades la hacen especialmente útil para la construcción de vigas, forjados
e incluso para la carpintería de exteriores. Se trata de una madera fácil de
trabajar, dura y estable, si el proceso de curado ha sido lento, y de un
envejecimiento pausado aún en condiciones adversas. Pero también se utiliza la
madera de roble, nogal, álamos o pinos.
Las viviendas frecuentemente se disponen
orientadas al sol con el objeto de mitigar los largos y fríos inviernos. La
disposición de las habitaciones es similar a la de otras zonas montañosas. El
acceso principal, suele ser a través de un zaguán del que parte la escalera de
acceso a la planta superior. Dependiendo del tamaño y disposición de la
parcela, la planta baja puede estar destinada a la estabulación de animales y/o
al almacenamiento de aperos y productos agrícolas. En la primera planta se
desarrolla la vida cotidiana e incluye una cocina-salón-comedor en la que se
sitúa la chimenea. Por encima se sitúa
el típico terrao plano.
El encalado típico actual de los pueblos
alpujarreños parece que fue introducido en época relativamente reciente. Quizás anteriormente no estuviera disponible
o por motivos defensivos las casas no se enlucieran. Razones tanto higiénicas
como decorativas hicieron que con posterioridad se utilizara la cal en las
paredes de las casas, convirtiéndose tanto el saneamiento y renovación de los
terraos como el encalado de las fachadas en una tarea periódica que se hacía
coincidir con la celebración de determinadas fiestas.
CHIMENEAS, ICONOS DE LA ARQUITECTURA
ALPUJARREÑA
Uno de los elementos
dominantes del paisaje de los pueblos alpujarreños son las chimeneas que
emergen desde los planos terraos lo que le ha hecho convertirse en icono
simbólico de la arquitectura alpujarreña. Sus formas y tipos son variados resaltando la de forma troncocónica rematada
con un sombrero constituido por una laja
y una castigadera encima. También las hay de sección cuadrada,
con o sin coronar por una laja,
con y sin castigadera, de sección
constante o variable reduciéndose en altura. Su tamaño oscila entre los 75
centímetros y el metro y medio, la altura suficiente para un correcto
funcionamiento.
Autor: Sergio Martín |
Autor: Emi Juárez. |
Autor: Antonio Ramos |
TERRAOS Y TINAOS
Dos de los elementos más singulares de las
construcciones alpujarreñas son los terraos y los tinaos. Los primeros son la
denominación que reciben las cubiertas planas acabadas con ‘launa’ (una arcilla
impermeable de color gris, producto de la descomposición de unas rocas
conocidas como ‘filitas’, muy abundante en la Sierra). Frente a los tejados
a dos aguas, con teja ‘árabe’ de las zonas más bajas y en los llanos de la otra
vertiente de Sierra Nevada, los terraos, se rematan con un borde con aleros y
castigaderas. Estas especialísimas cubiertas, además de su funcionalidad
constructiva y adaptación a las condiciones climáticas, permiten usos como
secadero y almacén de productos de la huerta, para tender la ropa, como
miradores o incluso como ‘salón abierto’ para tomar el sol en épocas frías o el
fresco en verano. Facilitan las condiciones de habitabilidad de las viviendas,
a pesar de la complicada y estrecha trama urbana en la que se insertan las
casas.
Por su parte los tinaos son uno de los
elementos edificatorios más característicos de los pueblos alpujarreños.
Constituyen una solución arquitectónica propia en la que se prolongan las
edificaciones creando espacios cubiertos de ámbito semiprivado o semipúblico, al
disponer una estructura de viguería sobre la calle, sobre la que se sitúa una habitación o
vivienda particular. Han sido
interpretadas como la plasmación material de la relación e intercambio social
que se extendía fuera de las viviendas.
Existen tres tipos de tinaos: de paso, en viviendas (en fondo de saco) y
adosados, a modo de soportales.
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