Torres Hurtado, alcalde de Granada, pasó de prometer en la pasada campaña electoral que acabaría con el “botellón” en un año y promover manifestaciones que acababan llenando de basura la puerta de la casa del anterior alcalde, a decir pocos meses después que era un problema de la Junta de Andalucía y que el ayuntamiento no tenía competencias. Es curioso que antes, cuando PePeTo era delegado del Gobierno de Aznar en Andalucía, decía que eso era un problema local.
Pero la transformación más importante la estamos viviendo en este momento y es consecuencia de que gobierna (mientras escribo esta palabra caigo en la cuenta de que no es la palabra más adecuada) a golpe de encuestas, de titular de periódico. En muy poco tiempo, el alcalde ha pasado de invitar públicamente “a los jóvenes de toda España a disfrutar del botellón”, presumir de ser el ayuntamiento que mejor los organizaba y convertirse en su promotor a prohibir la Fiesta de la Primavera, para que “Granada no tenga fama de ciudad de macrobotellones”.
El año pasado el ayuntamiento hizo el gasto, con el dinero de todos los granadinos, para adecuar un solar no urbanizable de especial protección en un espacio de ocio y algún concejal y sus socios se encargaron de adecuarlo todo para hacer el negocio. Los particulares se llevaban la pasta y nos dejaban la suciedad y la mala imagen de manera que el alcalde se convirtió en Pepe Botellón y Granada en capital mundial del botellón.
La prohibición ahora de esta espontánea Fiesta de la Primavera, que se estaba organizando para el próximo viernes día 23, es un intento de convertir esta cuestión en un problema de orden público y de intentar sacudirse la responsabilidad el gobierno municipal. Pero esta rectificación actual puede que sea tardía porque el efecto desmovilizador puede ser más lento que la eficacia del efecto llamada original.
Lo más grave de todos estos vaivenes y contradicciones, como la ubicación del botellódromo en un espacio público próximo a varios centros educativos, es que demuestran la falta de criterio y responsabilidad del alcalde que ahora, próximo el final del mandato (ojalá que sea el último), ahora, después de haber hecho oídos sordos a la petición del diálogo, de haberse negado a hablar con los vecinos más afectados, ahora se le ocurre dialogar con los jóvenes, con otras instituciones, para buscar soluciones a un problema complejo que no puede reducirse sólo a dónde colocamos a nuestra juventud para que se “coloque”. Está claro que el alcalde no ha creado este problema pero sí que lo ha agravado y que no puede convertirse de la noche a la mañana en el bombero que apaga el fuego que él mismo ha prendido la mecha y lo ha avivado.
Escribo aquí mi opinión particular al respecto de esta cuestión para que quede guardada como un secreto. Estoy en contra de los botellódromos, ni en el Hipercor, ni en ningún lado. Hay que dejarse de hipocresías y de falso liberalismo con la juventud. Lo que hay que hacer es espacios de ocio, de deporte (campos de golf y pistas de paddle no, por favor), y promover la CULTURA, con mayúsculas. Con los jóvenes hay que dialogar pero no para ver dónde los colocamos y cómo organizamos el botellón sino para hablar de mejorar la educación, de empleo de calidad, de vivienda accesible, de igualdad de oportunidades.
Pero la transformación más importante la estamos viviendo en este momento y es consecuencia de que gobierna (mientras escribo esta palabra caigo en la cuenta de que no es la palabra más adecuada) a golpe de encuestas, de titular de periódico. En muy poco tiempo, el alcalde ha pasado de invitar públicamente “a los jóvenes de toda España a disfrutar del botellón”, presumir de ser el ayuntamiento que mejor los organizaba y convertirse en su promotor a prohibir la Fiesta de la Primavera, para que “Granada no tenga fama de ciudad de macrobotellones”.
El año pasado el ayuntamiento hizo el gasto, con el dinero de todos los granadinos, para adecuar un solar no urbanizable de especial protección en un espacio de ocio y algún concejal y sus socios se encargaron de adecuarlo todo para hacer el negocio. Los particulares se llevaban la pasta y nos dejaban la suciedad y la mala imagen de manera que el alcalde se convirtió en Pepe Botellón y Granada en capital mundial del botellón.
La prohibición ahora de esta espontánea Fiesta de la Primavera, que se estaba organizando para el próximo viernes día 23, es un intento de convertir esta cuestión en un problema de orden público y de intentar sacudirse la responsabilidad el gobierno municipal. Pero esta rectificación actual puede que sea tardía porque el efecto desmovilizador puede ser más lento que la eficacia del efecto llamada original.
Lo más grave de todos estos vaivenes y contradicciones, como la ubicación del botellódromo en un espacio público próximo a varios centros educativos, es que demuestran la falta de criterio y responsabilidad del alcalde que ahora, próximo el final del mandato (ojalá que sea el último), ahora, después de haber hecho oídos sordos a la petición del diálogo, de haberse negado a hablar con los vecinos más afectados, ahora se le ocurre dialogar con los jóvenes, con otras instituciones, para buscar soluciones a un problema complejo que no puede reducirse sólo a dónde colocamos a nuestra juventud para que se “coloque”. Está claro que el alcalde no ha creado este problema pero sí que lo ha agravado y que no puede convertirse de la noche a la mañana en el bombero que apaga el fuego que él mismo ha prendido la mecha y lo ha avivado.
Escribo aquí mi opinión particular al respecto de esta cuestión para que quede guardada como un secreto. Estoy en contra de los botellódromos, ni en el Hipercor, ni en ningún lado. Hay que dejarse de hipocresías y de falso liberalismo con la juventud. Lo que hay que hacer es espacios de ocio, de deporte (campos de golf y pistas de paddle no, por favor), y promover la CULTURA, con mayúsculas. Con los jóvenes hay que dialogar pero no para ver dónde los colocamos y cómo organizamos el botellón sino para hablar de mejorar la educación, de empleo de calidad, de vivienda accesible, de igualdad de oportunidades.
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