Apenas
han pasado 24 horas desde que recibiera el mensaje de que José Antonio
Aparicio, “el Aparicio”, “el Apa”, Apa-rato,
había fallecido. Sabía que luchaba desde hace tiempo contra un enemigo
al que no podía combatir con sus principales armas, las palabras, convertidas
en robustos argumentos y lanzadas con fina ironía.
Mis últimos encuentros con José Antonio Aparicio han sido en la Junta de Andalucía, en la puerta del edificio administrativo de Joaquina Eguaras, a donde José Antonio salía a tomar el sol y a no perderle la cara a la calle y a la gente (y a fumar), o en la delegación del Gobierno en la Gran Vía, donde coincidíamos en algún asunto "oficial" en el que sólo con unas cuantas palabras nos poníamos al día en asuntos varios. Ahora he recordado también una última reunión entre su delegación de Innovación y la mía de Medio Ambiente en la que participé en representación del parque nacional y natural de Sierra Nevada, con una gran tensión por los asuntos a tratar, pero que la manejó con soltura y se convirtió en una fructífera sesión de colaboración que ha servido para acuerdos posteriores.
Mis últimos encuentros con José Antonio Aparicio han sido en la Junta de Andalucía, en la puerta del edificio administrativo de Joaquina Eguaras, a donde José Antonio salía a tomar el sol y a no perderle la cara a la calle y a la gente (y a fumar), o en la delegación del Gobierno en la Gran Vía, donde coincidíamos en algún asunto "oficial" en el que sólo con unas cuantas palabras nos poníamos al día en asuntos varios. Ahora he recordado también una última reunión entre su delegación de Innovación y la mía de Medio Ambiente en la que participé en representación del parque nacional y natural de Sierra Nevada, con una gran tensión por los asuntos a tratar, pero que la manejó con soltura y se convirtió en una fructífera sesión de colaboración que ha servido para acuerdos posteriores.
Pero
mi relación con el compañero Aparicio ha sido más estrecha en otras etapas, con conversaciones amplias, casi siempre sobre Granada, analíticas y prospectivas. Lo
conocí cuando era el director del Área de Cultura en el ayuntamiento de Granada
a principios de los 90, siendo el concejal del ramo Rafael Fernández-Piñar
(fallecido también en verano, hace justo hoy 20 años y 23 días). A mitad de esa legislatura me incorporé al
ayuntamiento, primero como concejal de Educación y Participación Ciudadana y
luego de Obras Públicas y compartimos muchos buenos proyectos y ratos en
aquella etapa. Luego estuvimos juntos en la oposición al Kiki pero “chocamos”, momentáneamente, en las
primarias a la alcaldía, él como lugarteniente de Pepe Moratalla y yo como peón
con el otro Pepe (Vida) aspirante. Pero
acabado el enfrentamiento interno, me puse a colaborar con él en la campaña que
daría la alcaldía de nuevo al PSOE gracias al pacto del denostado tripartito,
en muchos aspectos de manera gratuita e injusta, en
el que Aparicio fue un serio gestor económico y un gran portavoz del gobierno.
Como ha comentado algún columnista siendo un
hombre de letras, manejaba bien los números y aunque era un hombre de
principios y convicciones, desde que le conocí, sabía traducirlos en proyectos
y en presupuestos, vamos que era un político de los que les gustaba convertir
las ideas en acción, por eso siempre buscaba sitios en los que hacer cosas,
desarrollar programas y propuestas.
Después
de aquella etapa municipal luego hemos
seguido internamente participando en las sucesivas batallas políticas, las
internas y las externas, siempre apostando por un partido mejor, más
democrático y participativo y por una sociedad más justa, más igualitaria y más
culta.
José
Antonio ha sido un buen socialista, que siempre estaba en algún bando, porque
tenía opinión y criterio en todos los debates, pero en ninguna banda, porque
era de los que no tenía 'jefe', aunque ha trabajado y bien, para muchos; ha sido
más fiel a las ideas y a las instituciones que a ningún –ismo que empiece con
nombre propio.
Siendo
un número uno, un líder en el buen sentido de la palabra, ha sido un gran
número dos, tres, o el diez. José Antonio ha jugado en muchos puestos y en todos se ha
desenvuelto con soltura. En términos futbolísticos podíamos decir que era un
centrocampista, que repartía juego, con llegada pero que sabía defender, (y defenderse), muy bien, y
sobre todo sabía jugar, (y escribir), magníficamente entre líneas, buscando el
hueco para un pase magistral (o para una expresión o una palabra directa y
certera).
Fatídico 1 de septiembre.
Otro manotazo
duro, otro golpe helado hemos recibido los socialistas en el primer día de
septiembre, con la muerte de José Antonio Aparicio, como el sufrido hace dos años que se nos
llevó a mi también querido amigo y compañero Isidro Olgoso, ambos tan ligados
al barrio del Zaidín, para más INRI. Se atribuye a Pablo Iglesias la frase de que “Los socialistas no mueren: los socialistas se siembran”, luego extendida hacia la reflexión
de que “Ni se mueren ni se entierran, se siembran para perdurar”. El origen de la expresión metáforica parece
estar en los albores del cristianismo y la comparación en primera instancia se
realizaría con los mártires, que no morían sino trascendían. Lamentando la
pérdida y deseando que descansen en paz habrá que decir que fueron buenas
simientes que germinarán y darán muchos y buenos frutos.
Nota: No quiero acabar esta entrada con un sabor amargo y la cierro con el recuerdo de los carnavales del año 1999, que ganamos varios premios con la murga de La Barraca. Paradojas de la vida, (y de la muerte): aquél año nos compuso las letras "el Aparicio" y sacamos el teatrillo de títeres y varios personajes lorquianos. Nos paseamos triunfantes por todos los barrios y pueblos de Granada. Ahora la apertura sin los fondos del centro Lorca nos hubiera dado, al menos, para unos cupleses. Isidro también nos regaló en alguna ocasión letras que siguen estando vigentes. Y luego dicen que el carnaval no es un tema serio.
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