Esta semana he volcado mi versión, versión, del por qué del triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez y la he publicado en mi blog/columna "Sacando Punta" en El Independiente de Granada. Así, cuando pase el tiempo podré analizarme, e incluso rectificarme. Dejo aquí el enlace a cómo apareció el artículo en este medio digital:
http://www.elindependientedegranada.es/blog/frankestein-juego-tronos
y transcribo aquí el texto tal y como lo remití con algunos 'adornos' gráficos.
De
Frankestein a Juego de Tronos
Llevaban
mucho tiempo desde el PP et al. dando la tabarra con lo de ‘que
viene el gobierno Frankestein’, pretendiendo asustar a la masa con
esa estrategia machacona, repetitiva, que tanto resultado le ha dado
para convencer a sus huestes. Le sirvió en las dos últimas
elecciones generales para aguantar el desgaste por sus políticas
antisociales, y para torpedear cualquier fórmula de acuerdo
transversal necesario para obtener una mayoría que desbloquease el
nuevo ‘orden político’ resultante del fragmentado mapa electoral
actual. Estaban tan entretenidos con la ya vieja estrategia que no
han advertido la tormenta que descargaba con la primera sentencia
judicial de la Gürtel, y no se habían dado cuenta que la tropa ya
había quedado insuficiente para contener la avalancha. La película
que se estaba fraguando era diferente. Esta vez no ha valido la
doctrina D. Tancredo de dejar que la tormenta escampe para sortear
los elementos.
La
película ha cambiado pero el Partido Popular no se ha dado cuenta.
Llevaba tiempo noqueado por las encuestas y bloqueado por haber
dejado a la justicia encargada de resolver los problemas con Cataluña
y a la vez encargada de marcar su agenda política con la retahíla
de noticias y de personas de su entorno, desfilando por los juzgados
y entrando en la cárcel. Teniendo como único socio a los naranjitos
de Albert Ribera, (insuficiente hasta para aprobar los Presupuestos
Generales del Estado y más interesados en la destrucción lenta del
PP), los de la gaviota iban lentamente disolviéndose, traspasando su
capital y la confianza de los poderes fácticos, (haberlos haylos),
hacia Ciudadanos que demoscópicamente ya les había superado e
ideológicamente ya les había dado el ‘sorpasso’ por la
(extrema) derecha.
Se
habían quedado desfasados, anclados en un ‘relato’ que ya no
vendía en el nuevo escenario político. La propuesta que había
lanzado la semana pasada Pedro Sánchez estaba más relacionada con
Juego de Tronos y con el Guardián de la Noche liquidando zombies que
con la de Frankestein.
Pedro
Sánchez ha jugado con el factor sorpresa y ha aprovechado las cartas
que tenía para lanzar una moción de censura en la que ganaba si
perdía pero ninguno más de los adversarios políticos ganaba si no
prosperaba. Ninguno de los que la han apoyado habría salido mejor
parado si no votaba ‘contra Rajoy’ y ninguno de los que la
rechazaba salía indemne de la moción de censura aunque no saliera
adelante.
Pero
la moción de censura estaba lanzada para ganar y ha triunfado porque
se han unido dos circunstancias en el transcurso de la escasa semana
en la que el gobierno saliente había restringido el proceso. De un
lado ha sido la habilidad negociadora para conseguir que los que
eventualmente podían votar a favor de la moción de censura vieran
que si perdía Rajoy ellos ganaban y que ganando Pedro Sánchez ellos
no perdían, aunque no ganaran inmediatamente nada. Fuera del acuerdo
explícito con el PNV, ninguna de las otras fuerzas han podido
arrancar ningún compromiso concreto por parte del ya presidente del
gobierno. Aunque durante la tramitación y el debate PP y Ciudadanos,
se empeñaran en denunciar pactos ocultos, el PSOE ha dejado claro
que su gobierno va a ser monocolor, en minoría pero cohesionado, y
que su defensa de la integridad territorial no estaba en negociación.
El mejor aval de la lealtad de los socialistas en el asunto catalán
ha sido el apoyo de la aplicación del 155 y se lo acababa de
reconocer el propio Rajoy, afirmando públicamente, contra Albert
Rivera, que Pedro Sánchez se había comportando en este asunto de
manera extraordinaria “y no como otros”.
La
otra cuestión decisiva que ha sido determinante para el inesperado
cambio de gobierno por esta vía tan estrecha, pero rápida, prevista
en nuestra Carta Magna, ha sido la actitud de Ciudadanos. Su
posición de mantener a Rajoy sólo para que continuara
achicharrándose y sacar tajada particular ha sido tan burda y
descarada que se ha visto desde todo el hemiciclo. Primero afirmando
que tras la sentencia judicial la legislatura se había acabado.
Después que había que retirar la moción y presentar otra
¿instrumental? -es curioso que los que se aferran a la Constitución
inventen esta modalidad que choca con el carácter constructivo que
se otorga a la moción de censura-. Para colmo proponía el líder de
los naranjas a socialistas como candidatos. Finalmente se atrincheró
en pedir la dimisión de Rajoy e intentar bloquear la tramitación de
la moción de censura. Ha parecido tan sólo el líder de Ciudadanos
que parecía denostar el fin del partidismo para imponer el (su)
partido único.
A
estos pretendidos amantes de la estabilidad no les pareció que el
escenario que pintaban generaba más desconcierto, a diestro y
siniestro, que la propia moción de censura ‘frankestein’. El
PNV, con el acuerdo logrado de no tocar los presupuestos del 2018,
ahora pendientes de la aprobación en el Senado, le daba más miedo
que no saliera adelante la moción, (y cargar en su tierra con el
muerto de que habían mantenido a Rajoy y abierto la puerta a
Rivera), y encontró el argumento final para decantarse. Y el Partido
Popular, en un duelo sotto voce (que este sí que ha sido
oculto) no sucumbió a las demandas de harakiri lanzadas desde varios
púlpitos y así prolongar su agonía unas semanas más, en
detrimento de su principal oponente real y decidió no caer en la
trampa de la dimisión, prefiriendo ser matado a morir como inicio de
la estrategia política de futuro.
Mariano Rajoy ya no tiene en su mano más que
decidir qué hace su partido, si basar su estrategia en el pasado o
iniciar una regeneración mirando hacia el futuro, apartándose
(después de señalar su sucesor/a) del camino, que no es poco.
Pedro
Sánchez tiene un escenario de gobierno muy difícil, tanto como el
que tenía Rajoy. Pero al actual presidente, hundido en el pozo según
sus contrincantes, sólo le cabe ir mejorando y ahora además cuenta
con poderosos instrumentos para visibilizar su propuesta de Acuerdos
de País con los que desde la oposición intentaba construir una
alternativa contra ‘vientos’ y contra ‘mareas’ o más bien
llegando a acuerdos de geometría, y geografía, variable.
Comienza
el baile.
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