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Tengo amigos en el PP, incluso tengo alguno que es del PP y del Madrid, pero estoy viviendo muy de lejos la ‘batalla’ por la presidencia del PP, no tengo información directa, desde dentro, de cómo se está desarrollando. Me ha pasado lo mismo con el Mundial, sobre todo desde que ‘la roja’ fue apeada de la competición, aunque he estado al tanto de las múltiples sorpresas que ha deparado desde la caída, a las primeras de cambio de Alemania, que había alcanzado el título hace cuatro años, y luego junto a la de España, sobre todo, las eliminaciones de la albiceleste y la canariña.
Todo lo que está pasando en este proceso pre-congresual en el Partido Popular es una sorpresa para mí, desde la propia convocatoria de este particular de proceso abierto de primarias a dos vueltas, en la que en la primera votaron los afiliados inscritos y en la segunda, este fin de semana, en la que sólo votarán los compromisarios a las dos candidaturas que pasaron el corte, la de Soraya Sáenz de Santamaría, ex vicepresidenta del gobierno de Rajoy y la de Pablo Casado, ex portavoz de la dirección del PP comandada por Rajoy.
Acostumbrados a que en el principal partido de la derecha, por ahora, a resolver estas cuestiones en modo digital, y habiendo criticado (incluso despotricado) desde sus filas de este procedimiento, la convocatoria de estas primarias sui generis fue la primera sorpresa. Sorpresas que fueron in crescendo cuando se supo de los llamados a la participación, los 800 y pico mil militantes con los que el PP había presumido del ser el partido más grande de Europa, había quedado reducido, a 67 mil y pico, menos del 10 %. Esta cifra sensiblemente inferior significaba además que el subconjunto era una muestra bastante sesgada del universo de ‘populares’.
Las sorpresas fueron aumentando en el número de candidatos/as aunque la principal fue que el ‘tapado’ gallego no concurriera, especulándose entre que guarda algún muerto en el armario o que no estaba preparado para jugársela en una votación ‘a cara de perro’ cuando había confiado en que iba a ser impuesto como candidato único de consenso. Las sorpresas se aumentaron cuando entre las dos favoritas a priori, surgiera un Pablo Casado que no se conformaba con haber encontrado acomodo con un papel importante a la sombra de la ex vicepresidenta o de la, todavía, secretaria general. Sorpresa ha sido después que Pablo Casado, pese a tener el muerto del máster (en este caso en el despacho), haya pasado a la segunda vuelta a escasos mil quinientos votos de Soraya, la vencedora de la primera. Sorpresas, menores, fueron también la aparición de otras candidaturas (todas de hombres) que desde el principio se sabía que eran outsiders que buscaban minutos de gloria ante las cámaras y quizás un protagonismo en el desarrollo del Congreso. Entre ellos estaban el ex ministro García Margallo, ala derecha de la derecha más a la derecha, y el autodenominado JoseRa que ha hecho famoso el gran Wyoming (aunque me temo que entre los seguidores de este último no se encuentren muchos militantes ni votantes del PP).
Acabada la primera vuelta cobraron protagonismo los compromisarios, en principio más controlados por los “aparatos”, pero me parece que las sorpresas, abierta la caja de Pandora, no acabarán hasta que se haga el recuento de las urnas el mismo sábado. No es casualidad que se haga tanto énfasis en que el voto será secreto, ‘con cabinas’, para garantizar la libertad de los compromisarios a la hora de echar la papeleta. Lo que no sé en este momento es qué será más sorpresa, la victoria de Soraya, la lista más votada de la primera vuelta, aunque aparentemente la de menor capacidad ni posibilidades de sumar entre los que quedaron fuera de la pugna, o sería más sorprendente que se alzara con la victoria Pablo Casado y echara por tierra toda la (insulsa) teoría peperiana de que gobierne quien dicen los ciudadanos, (en este caso los militantes) y no quien dicen los representantes (en este caso los compromisarios).
Si yo conociera cómo funciona el PP, cómo se mueven las cabezas de los militantes del PP, me aventuraría a hacer un pronóstico sobre quién se llevará el gato al agua, (los de este programa televisivo estarán mejor informados), finalmente en el Congreso pero como no es el caso y como no hay precedentes para analizar me atreveré a hacer algunas consideraciones sobre el futuro de este partido que ocurrirán, independientemente de quién sea el vencedor/a.
- Las primarias, por lo menos en el formato inventado para este Congreso, no tienen mucho futuro en el PP. (Casi) nadie las pidió y no han servido ni van a servir para solucionar la crisis de liderazgo.
- El Partido Popular ha perdido una oportunidad para refundarse. La salida de Rajoy en lugar de aprovecharse para mirar al futuro se ha recreado en disputarse su legado; con los actores en liza, todas y todos, que representan el pasado, es difícil jugar a otra cosa. Pero es que además no lo han intentado y se han dedicado a recriminarse “quien puso más los dos se echan en cara…” y ahora juegan a postularse como quién será mejor candidata/o frente a Pedro Sánchez
- En el proceso no hemos escuchado qué haría el PP en el asunto catalán, en el tema de la inmigración, la igualdad entre hombres y mujeres o en la lucha contra la violencia de género… No hemos oído qué proponen los que aspiran a liderar el nuevo PP sobre la educación, sobre la sanidad… Sospecho que están atrapados mirando hacia atrás en las explicaciones sobre lo que hicieron, o no hicieron y si esa es su estrategia para los próximos meses aviados vamos y aviados van ellos.
Pero bueno, como he escrito antes, yo no sé mucho de cómo piensa la derecha, (tampoco sé de fútbol y como la mayoría nos atrevemos a opinar), y quizás me lleve una sorpresa con el final del Congreso del Partido Popular. No les desearé suerte, tampoco que gane el mejor, no soy un hipócrita, sino que se peleen todo lo que puedan. Aunque no los conozco por dentro, a mí ya me han dado abundante munición sobre cómo se llevan entre ellos, lo que opinan unos y unas de las otras y de los otros, y sobre cómo se las gastan ‘en familia’.
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