domingo, 28 de octubre de 2012

"Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer cosas juntos".


"Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer cosas juntos". Esta cita la escuché ayer en un Encuentro de Centros de Educación Ambiental, pero creo que es aplicable a la situación del país en general. 

Nos encontramos en estos momentos con la necesidad de lograr un gran consenso, un Pacto de Estado entre los principales partidos políticos, (y que integre a los agentes sociales), que nos permita superar la crisis económica –y cada vez mas también social- salvando los pilares básicos del modelo social y democrático construido en estos últimos 30 años en España y diseñando un remate del modelo autonómico de articulación del Estado en el que quepan, y se encuentren razonablemente cómodos, la inmensa mayoría de los españoles (léase en sentido amplio, incluyendo a catalanes y vascos).

Pero un consenso no es un trágala, no puede ser enarbolado como un lema pero sin diálogo, amparado en la mayoría absoluta y gobernando por Decretos. Un consenso, un gran acuerdo, no puede esgrimirse como una mera petición de cierre de filas ni como una llamada a que no se secunden las protestas contra los recortes sociales que está imponiendo el gobierno de Rajoy. Requiere de diálogo sincero, de búsqueda en común de soluciones (las menos malas al menos) y de una nueva forma de elaborar y de desarrollar las respuestas a la, (cada vez más, cada vez peor), situación económica de nuestro país y a las dramáticas consecuencias sociales que ya está produciendo y que todos los pronósticos indican que van a empeorar en los próximos meses con los Presupuestos Generales del Estado, “el rescate” y los nuevos “ajustes”.

Y un consenso tampoco es utilizar la Constitución para darle con ella en la cabeza a nadie. Se equivocan los que creen que el éxito de la Constitución se basa en que es inmutable (máxime cuando se reformó con nocturnidad y alevosía con la connivencia de los grandes partidos para otros menesteres). El éxito, hasta ahora, se ha basado en dar respuesta en un momento determinado a los grandes problemas/cuestiones de España. Los momentos son diferentes y las respuestas no tienen por qué ser las mismas en otros contextos sociales, históricos distintos. (Advierto que tampoco es para que nos peguemos con ella en nuestras propias partes).

Rubalcaba y el PSOE deben hacer el esfuerzo, en mi modestísima opinión, de seguir intentando ofrecer esta salida al gobierno. Sé que es frustrante y se me revuelven las tripas cuando recuerdo la oposición que practicó el Partido Popular en la pasada legislatura (y en la otra) y me dan nauseas al evocar aquella frase de “que se hunda España, que ya la levantaremos nosotros”. Pero los socialistas han sido responsables desde hace 30 años, (ahora celebramos el primer triunfo de Felipe González el 28 de octubre de 1982), de la construcción de la España que ahora peleamos por defender, de la sociedad del bienestar que ahora tememos que se desmorone, y la ocasión merece dejar aparcadas unas ansias justificadas de pagarles con la misma moneda por el interés colectivo.

Soy consciente, a nadie se le escapa, que un gran acuerdo político podría beneficiar a corto plazo a Rajoy y su partido, pero los socialistas debemos intentar que esto no ocurra con una buena pedagogía política y socializando este gran acuerdo que debería implicar a una serie de instituciones y agentes sociales y económicos (comunidades autónomas, ayuntamientos, sindicatos, empresarios, universidades...), y estar dispuestos incluso a sacrificarse, a asumir una pérdida de votos si se consigue un beneficio para el país. Con una conditio sine qua non: que el acuerdo implique la defensa del modelo de estado y de sociedad al que me he referido, lo que significa que el Partido Popular debería renunciar a aprovechar la crisis para darle la vuelta al modelo educativo, para privatizar la sanidad y, en definitiva, debería abandonar la senda neoliberal que ha trazado como respuesta y utilizando la crisis como coartada.

NOTA: Ya sé que estoy pidiendo imposibles pero sigo siendo un utópico que piensa que estamos donde estamos porque muchos creyeron que era posible un modelo de convivencia democrática en nuestro país que superara las dos Españas, de la misma manera que otros creyeron que se podía llegar a la Luna, que se podía encerrar la música en una caja, que las mujeres también tenían alma y cosas así. Por otra parte, a la vez, soy de los que temo que también somos capaces (lo hemos demostrado) de echar por tierra grandes conquistas, de desmoronar grandes civilizaciones (desde dentro y desde fuera), de la estrategia de la tierra quemada… 

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