martes, 22 de marzo de 2016

Teta y sopa no caben en la boca



Teta y sopa no caben en la boca (pincha para ver la versión original en el Independiente de Granada. 



TETA Y SOPA NO CABEN EN LA BOCA

No se puede un día lamentarse por no entrar en la carrera a Patrimonio de la Humanidad y al siguiente pedir que se permita la instalación de invernaderos en la Alpujarra.

Hace unos días se conocía la noticia de que Medina Azahara  optará a entrar  en la Lista de Patrimonio Mundial como 'Ciudad califal'. El Consejo de Patrimonio Histórico reunido en Córdoba decidió por aclamación que la cordobesa sea la única candidata española que presente sus aspiraciones ante la cumbre de 2018. A raíz de la anterior noticia, voceros del Partido Popular se han apresurado a quejarse de que Medina Azahara se adelantaba a la Alpujarra en la carrera hacia la inclusión en el privilegiado grupo de la Unesco, como si hubieran estado a la misma altura anteriormente, y han denunciando el abandono por parte del equipo de gobierno actual de la Diputación de este ‘ambicioso’ proyecto heredado.

Por otro lado determinados sectores afines al PP, incluso algunos de sus alcaldes y alcaldesas, desde hace tiempo, se han convertido en adalides de una agricultura intensiva en la Alpujarra Media que va acompañada de la utilización  de mallas antigranizo (eufemismo que esconde la proliferación de invernaderos) y de la modernización de la agricultura para hacerla más productiva (que, entre otras cosas, supone la transformación de los sistemas de acequias tradicionales). Aparte del error que supone querer competir en productividad con la Costa en lugar de en calidad, en diferenciación de los productos, este modelo pone en riesgo el equilibrio entre el uso del agua, la conservación del paisaje y de la biodiversidad y el mantenimiento de una agricultura y ganadería tradicionales en las que se basa el ‘éxito’ milenario de este modelo de relación del hombre con la Naturaleza, este paisaje cultural que queremos que se conozca y reconozca mundialmente. 

Hará un par de años ya que le dije al entonces rector de la Universidad, en una reunión preparatoria de la candidatura de la Alpujarra, que en el camino a la denominación como Patrimonio Mundial no se podía aplicar lo de “a quien madruga Dios le ayuda”, sino que al contrario, “no por mucho madrugar amanece más temprano”.  Aquél intento de acelerar la marcha provocó el rechazo de buena parte de los ayuntamientos alpujarreños que reclamaban mayor conocimiento del proyecto y más participación en su configuración, que a la postre truncaría temporalmente el camino. 

Uno de los errores de la candidatura de la Alpujarra ha sido precisamente ese vicio de origen. La candidatura surgió más para gloria del anterior presidente de la Diputación, que como proyecto de futuro para la comarca, como demuestra el empeño que tienen desde el PP en marcar la autoría de la idea y la reclamación de su protagonismo machaconamente. Ese primer y gran error de promover una candidatura sin la complicidad de la población local ni de los ayuntamientos alpujarreños, que fue entendido como una especie de despotismo “todo para la Alpujarra pero sin la Alpujarra”.

El segundo, y no menos grave, era que se concebía la Declaración como un fin en sí mismo bajo cuyo paraguas vendrían inversiones millonarias, todas parece ser destinadas a una gran promoción turística derivada de la inclusión como Patrimonio de la Humanidad.  No debe ser ese el objetivo pero hay que ser transparentes y confesar que no hay ningún fondo al que acogerse que derive directa ni indirectamente de conseguir ese objetivo. Y si lo que se pretende es una gran campaña de promoción turística no hace falta esperar, marca y etiquetas a las que colgarse no faltan (Reserva de la Biosfera, Parque Nacional, Parque Natural, Carta Europea de Turismo Sostenible, Conjunto Patrimonio Histórico-Artístico, Sitio Histórico). 
Si queremos mantener esta apuesta, debería retomarse la candidatura, sin prisas peros sin pausa, pero la estrategia debe ser la contraria. Lo primero que debe hacerse es concitarse un gran consenso sobre el futuro de la Alpujarra basado en la conservación del patrimonio natural y cultural;  una apuesta que llevará posteriormente a la Declaración pues cualidades y méritos no le faltan por lo que debemos sentirnos orgullosos. Debe asegurarse no sólo que no peligran los elementos fundamentales en los que debe basarse la candidatura sino que la estrategia de futuro está basada en asumir la responsabilidad que conlleva.

El futuro de la Alpujarra, del paisaje cultural alpujarreño, por tanto no puede quedarse en una mera campaña para fomentar el turismo como si se tratara de un parque temático, circunscrito a un ámbito limitado, cada vez más reducido, de la comarca, y rodeado de pueblos que pierden su identidad. Si no nos damos cuenta de que el paisaje se está fosilizando y del papel importante que tiene el paisanaje en su conservación no habremos entendido qué es y para qué debe servir la inclusión en el Listado de Patrimonio Mundial.

Nota in fine: Aunque a muchos alpujarreños anclados en la idea de que “es la hora de la Alpujarra” no les guste, creo que sería más adecuado, más oportuno, más inteligente, que se retomara la candidatura con la denominación de Alpujarra Sierra Nevada. A la Alpujarra no le quita, al contrario le aporta, le suma atractivo y refuerza la candidatura y además puede ser muy interesante para todo el conjunto.

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