Una nueva columna "Sacando punta" en el Independiente de Granada cuyo lema es "Alguien tenía que contarlo". Yo me he aplicado el cuento y me he dicho "Alguien tenía que decirlo". Ya sabéis que no soy muy filosevillano, más bien al contrario, me pasa como con los franceses. Y mira que en ambos sitios me han tratado muy bien. Sostengo la teoría de que los 'miarmas' son de genotipos más parecidos a los 'galos' que al resto de andaluces pero las condiciones ambientales, el clima, influye y modela el fenotipo. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa que diría D. Tancredo Rajoy.
Empecé escribiendo un artículo sobre el uso de la palabra 'relato' y me lié, me lié y he despertado algunos mosntruos que se han sentido ofendidos con mis palabras y han intentado ofenderme con las suyas. Pero también he recibido, muchas más afortunadamente, palabras de apoyo.
http://www.elindependientedegranada.es/blog/espana-nos-roba-sevilla-nos-manga
DEL
“ESPAÑA
NOS ROBA”
AL “SEVILLA
NOS MANGA”
El
término relato se ha desvirtuado.
Ha
pasado de
narración histórica breve a gran cuento, de una manera de contar
historias a contar la historia “a su manera”.
Se
ha puesto de moda lo de hablar del ‘relato’. El relato de los
independentistas catalanes, el relato de los terroristas etarras…
Según la RAE el término relato (del latín relatus) es el
conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho, aunque
en la segunda entrada se refiere a narración, cuento. Desde el punto
de vista literario se entiende por relato a un género variable,
generalmente breve, que tiene en Cortázar, García Márquez o
nuestro Federico a algunos de sus más brillantes exponentes.
Pero
si nos atenemos al uso que se le está dando en la actualidad a este
vocablo más bien ‘relato’ se estaría consolidando con una
acepción distinta que lo consideraría como una versión de la
Historia contada por una parte y, en referencia a los dos ejemplos
antes utilizados, se trataría de una versión trucada, sesgada y
manipulada, en ambos casos, pero que ‘muchos de los suyos’ han
entendido como real y oficial porque es la que han ‘mamado’ desde
la infancia. En el caso de los catalanes secesionistas se ha
alimentado un cuento/relato de represión, de opresión, una nación
(inventada) perseguida desde la Edad Media… La semana pasada en mi
última visita a la ‘región catalana’ (lo digo con retintín),
descubrí que hay unas rutas turístico-políticas denominadas del
1714, año al que se remonta la fábula, a las que se le está
sacando rentabilidad -esto sí es distintivo del ser catalán, y no
lo digo en sentido peyorativo-.
Por
aquí cerca también hay algunos que están intentando colar algunos
‘relatos’. Uno de los que más me fastidia por burdo y porque
resulta anestésico es el que defiende que el destino de Granada está
maldito en Andalucía y la culpa de todos nuestros males la tiene
Sevilla y la Junta de Andalucía. Como si Granada hubiera sido un
paraíso hasta entonces (en todo caso, habría sido paraíso cerrado,
para unos pocos, citando a Soto de Rojas) o como si desde los años
80 hubiéramos ido para atrás a causa de “otros”, como si los
granadinos no fuéramos también, al menos, corresponsables. Y lo
peor es la conclusión a la que llegan: Granada no ha sido nunca
andaluza y hay que segregarse de la comunidad autónoma y arrastrar a
otros territorios almerienses, malagueños o jienenses. No acierto a
imaginar como quedarían aquellos versos machadianos de “andaluces
de Jaén, aceituneros altivos...” readaptados a ese nuevo mapa que
ensueñan.
En
este apartado, en el de echar balones fuera, el relato granaíno se
parece mucho al ejemplo catalán. En nuestro caso habría que
sustituir el “España nos roba” por un “Sevilla nos manga”.
Como ‘relato’, en la acepción que se está consolidando, a
fuerza de repetirlo algunos han confundido, (o más bien habría que
decir que con su cinismo han hecho que se confunda), y han hecho
creer a pie juntillas a mucha gente que “se llevan los dineros de
l’Alhambra y de la Sierra pa Sevilla”, cuestión que algún
disgusto y discusión entre amigos y familiares me ha costado.
Estas
cuestiones son intelectualmente insoportables e insostenibles en un
debate serio. Se puede, y se debe, discutir sobre la gestión de la
Alhambra y de Sierra Nevada. Pero lo de que se llevan el dinero de la
Sierra, (me repatea adicionalmente que confundan el todo con la
parte, la estación de esquí con toda Sierra Nevada), tiene bastante
delito porque esconde -¿intencionadamente?- que las cuentas públicas
son más bien deficitarias y que la estación de esquí se sostiene
hoy día porque es pública y por las inversiones realizadas por el
gobierno andaluz especialmente a principios de los 90. La prueba es
que hace unos 15-20 años, estos granaínos mu granaínos, pedían
que se privatizara la estación (después de haber sido saneada y
ejecutadas las inversiones públicas) y ahora ni por esas asoma ese
discurso ‘emprendedor’.
Si
hay que hacer un relato justo de la historia de la estación de esquí
hay que reconocer que fue desde aquí, desde estos granaínos muy
granaínos, desde donde se concibió una estación como un proyecto
especulativo más inmobiliario y propio del turismo de playa que
deportivo y recreativo en torno a una estación de montaña. Fue
desde aquí donde se hundió la estación a causa de una gestión
ruinosa con nombres y apellidos locales y fue un alcalde (nacido en
un pueblo de Murcia para más inri) y la Junta de Andalucía, con
dinero de todos los andaluces, (incluidos los sevillanos), los que
la rescataron y luego han contribuido a convertirla en una gran y
moderna estación con el protagonismo de much@s granadin@s, quizás
con apellidos ‘menos ilustres’.
En
el inventado relato reclaman “rescatar del centralismo sevillano la
gestión de las joyas de la corona, Alhambra y Sierra Nevada”, como
si ahora se estuvieran dirigiendo desde un despacho a la vera del
Guadalquivir. Y lo curioso es que el cuento chino cuela igual que
cuela en Cataluña que en Andalucía no pagamos impuestos y somos una
región subsidiada y que en nuestras escuelas el alumnado se sienta
en el suelo. Lo grave es que pretendiendo hacer grande a Granada, se
supone, lo único que consiguen con esta propuesta es empequeñecer
nuestros Patrimonios de la Humanidad, disminuir su relevancia e
importancia universal y convertirla en un asunto localista, casi de
barrio.
En
las discusiones, a menudo acaloradas, que sostengo sobre el devenir
de las ciudades andaluzas desde la llegada de la Autonomía, suelo
contraponer que a otras ciudades como Málaga y Córdoba, con las
mismas maldiciones sevillanas, les ha ido mejor en las últimas
décadas por lo que habrá que mirar también, al menos, un poco para
adentro a ver si no hemos tenido también nosotros, unos más que
otros, algo de ‘culpa’, y si no hay otras lecturas, otras razones
políticas, sociales, económicas que introducir en el análisis.
Este
discurso/relato del quejío de una parte de la burguesía granadina
(no sé si se sigue utilizando el término pero yo sé a quiénes me
refiero), no es nuevo y ha servido históricamente para tapar
errores de bulto de los dirigentes locales durante muchas décadas y
diferentes regímenes y ahora es utilizado para escurrir el bulto de
aquellas y nuevas incapacidades para contribuir a un proyecto de
desarrollo solvente y sostenible. ¡Qué casualidad! También este
sector social de la clase media-alta es el que ha impulsado el
separatismo catalán.
Más
peligroso es que en la actualidad este relato/cuento chino esté
siendo alimentado peligrosamente por algún bulto dirigente del
Partido Popular que lo ha comprado porque entiende que echarle la
culpa a la Junta, a Sevilla, al PSOE, les da réditos electorales y
le evita tener que explicar que algo habrá hecho mal la derecha para
haber perdido todas las elecciones andaluzas. Y digo que es peligroso
echar fuego en este cuento/relato porque se les supone que deben
contribuir a vertebrar una región ante el complejo panorama español.
El propio Rajoy esta misma semana ha hablado de que Andalucía es un
ejemplo de lealtad institucional (en referencia al debate sobre el
modelo de Estado Autonómico), señalando la importancia del asunto
de la cohesión territorial. Aviso a navegantes: “las armas de los
falsos agravios las carga también el diablo”.
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