Los que me conocen o se han adentrado a bucear en mi perfil en este blog saben que Juan Manuel Serrat es uno de mis cantantes favoritos. Una de sus canciones la utilicé como parte de la banda sonora de mi boda (“que te quiero más que a nada y más que a nadie… como nunca había querido”).
He utilizado esta entrada para llamar la atención en la recta final de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, que se celebra en Bali y que ha sido prorrogada un día para intentar que culmine con un acuerdo en el que va a implicarse directamente el propio secretario general Ban Ki Moon que se desplaza en el momento que escribo este post a la isla de Indonesia.
La Conferencia está sirviendo para que se hable en la calle de este tema, para que sea noticia en los medios y para que los políticos lo incluyan en su agenda. He visto en televisión algunos debates (por llamarlos de alguna manera porque han sido más bien monólogos sucesivos o diálogo de sordos) y reportajes, he escuchado tertulias radiofónicas y he leído declaraciones y crónicas periodísticas, a veces sorprendentes.
La intoxicación, la atrevida ignorancia, la contaminación mental (más peligrosa y más difícil de combatir en ocasiones que la atmosférica) y la ceguera intelectual con la que mucha gente se aproxima a esta cuestión me han hecho pensar cuan lejos estamos todavía de ser conscientes de lo que nos jugamos.
Contemplando algunas escenas y conversaciones he comprendido lo que debió sentir Darwin cuando defendía su teoría de la evolución (hoy en EEUU los neocons siguen cuestionando las leyes genéticas e inventan teorías neocreacionistas).
Imagino también lo que debieron sufrir Copérnico y Galileo cuando defendían que la Tierra giraba en torno al Sol, (además de sobre sí misma), contra el geocentrismo de Ptolomeo y de la ortodoxia cristiana o a Colón diciendo que alcanzaría las Indias viajando por el Oeste,
(“Colón sostenía que la Tierra era redonda a pesar de la incomprensión de sus coetáneos ¡redonda que bruto! haría famoso Guille de Mafalda).
El cambio climático no es una cosa del futuro. Está ocurriendo ya, sus efectos ya se están sintiendo y de lo que advierten los científicos es de las previsiones que se estiman de continuar la cantidad de emisiones de GEI al ritmo actual o si las reducimos en mayor o menor medida.
No hay pero ciego que el que no quiere ver. El planeta se está re-calentando de manera inequívoca y la causa de la aceleración de este cambio es de origen antrópico.
Estamos a tiempo. Podemos invertir la tendencia. Para ello hay que huir del alarmismo catastrofista que pude provocar parálisis pero también hay que evitar la anestesia que conduce a la inacción.
La situación es grave, hay que pasar de la preocupación a la ocupación. En este caso la verdad SI tiene, todavía, remedio.
He utilizado esta entrada para llamar la atención en la recta final de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, que se celebra en Bali y que ha sido prorrogada un día para intentar que culmine con un acuerdo en el que va a implicarse directamente el propio secretario general Ban Ki Moon que se desplaza en el momento que escribo este post a la isla de Indonesia.
La Conferencia está sirviendo para que se hable en la calle de este tema, para que sea noticia en los medios y para que los políticos lo incluyan en su agenda. He visto en televisión algunos debates (por llamarlos de alguna manera porque han sido más bien monólogos sucesivos o diálogo de sordos) y reportajes, he escuchado tertulias radiofónicas y he leído declaraciones y crónicas periodísticas, a veces sorprendentes.
La intoxicación, la atrevida ignorancia, la contaminación mental (más peligrosa y más difícil de combatir en ocasiones que la atmosférica) y la ceguera intelectual con la que mucha gente se aproxima a esta cuestión me han hecho pensar cuan lejos estamos todavía de ser conscientes de lo que nos jugamos.
Contemplando algunas escenas y conversaciones he comprendido lo que debió sentir Darwin cuando defendía su teoría de la evolución (hoy en EEUU los neocons siguen cuestionando las leyes genéticas e inventan teorías neocreacionistas).
Imagino también lo que debieron sufrir Copérnico y Galileo cuando defendían que la Tierra giraba en torno al Sol, (además de sobre sí misma), contra el geocentrismo de Ptolomeo y de la ortodoxia cristiana o a Colón diciendo que alcanzaría las Indias viajando por el Oeste,
(“Colón sostenía que la Tierra era redonda a pesar de la incomprensión de sus coetáneos ¡redonda que bruto! haría famoso Guille de Mafalda).
El cambio climático no es una cosa del futuro. Está ocurriendo ya, sus efectos ya se están sintiendo y de lo que advierten los científicos es de las previsiones que se estiman de continuar la cantidad de emisiones de GEI al ritmo actual o si las reducimos en mayor o menor medida.
No hay pero ciego que el que no quiere ver. El planeta se está re-calentando de manera inequívoca y la causa de la aceleración de este cambio es de origen antrópico.
Estamos a tiempo. Podemos invertir la tendencia. Para ello hay que huir del alarmismo catastrofista que pude provocar parálisis pero también hay que evitar la anestesia que conduce a la inacción.
La situación es grave, hay que pasar de la preocupación a la ocupación. En este caso la verdad SI tiene, todavía, remedio.
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