jueves, 6 de agosto de 2009

La Poesía (en el Laurel) sigue siendo un arma cargada de futuro


De nuevo, como hace dos años cuando vino Alberto Cortés, el retraso obligado en iniciar mis vacaciones veraniegas me ha permitido acudir a la inauguración del estupendo ciclo de Poesía en el Laurel que se celebra, (ya va por la sexta edición), en los jardines del Convento de San Luis el Real en la Zubia. Mercedes Díaz, la alcaldesa, me había confirmado la invitación, la misma mañana y rápido organicé el tema de los canguros para Ángeles e Ignacio. Esta vez fue fácil porque la niña se quedó con su hermana Rocío, bueno mejor dicho con la madre de Carlos, y el niño con su hermana Nhaiara y Diego por ahí, de parranda, que es lo que le gusta.

A menudo, como el año pasado, estas fechas me pillan fuera de Granada, pero cuando estoy en Granada me gusta asistir a alguna de las actuaciones de este Festival veraniego y disfrutar de la música y la poesía que trae, además de aprovechar para entrar en el lugar mágico, lleno de leyenda, en el que se celebra. Este año la apertura del programa era la única posibilidad que tenía para acudir pues el resto de los días estaré viajando y sobre todo me perderé a Mayor Zaragoza y a Marina Rosell en la clausura que me hacía mucha ilusión. La velada ha merecido realmente la pena.

El menú ha sido equilibrado, completo y exquisito. Primero unas bellas y sentidas palabras de la alcaldesa, contagiada por el atractivo "marco incomparable" del lugar y por la hermosura de la noche, para saludar al respetable e inaugurar formalmente el ciclo; un breve y dulce aperitivo que dio paso a un primer plato emotivo, sentimental, ligero pero de los que aportan alimento (al espíritu).

No había oído nunca en directo a Tachia Quintanar, musa de Blas de Otero y apenas había tenido algunas referencias de su biografía, pero para mí ha sido un gran descubrimiento a sus ochenta años. Una mujer, “militante de la poesía”, llena de vida, elegante, culta, fina, atractiva por dentro y por fuera. Con una memoria prodigiosa y un “saber estar” en el escenario, paseó por la poesía española del siglo XX con soltura, recitando poemas bien hilvanados en un guión que arrancó de un sueño y acabó con un deseo de paz en el mundo. Me entusiasmaron especialmente los gestos, los detalles, la posición de sus manos en cada verso, que sin quitarle protagonismo a las palabras, las adornaban, las vestían y decoraban.

Pero el plato fuerte del día era Paco Ibáñez que apareció en el escenario sólo, como siempre, con su guitarra de siempre y camisa y pantalón negro. como siempre. Un poco más abuelete que la última vez que lo escuché (no en vano ya debe rondar los 75) pero con la misma fuerza interior que el Paco del Olimpia, esa voz que siempre me retumba en los oídos cuando escucho determinadas canciones, cuando leo ciertos poemas. Estuvo generoso, embelesado también por el entorno poético, entregado al público, como el público a él.

Arrancó con las “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique, después cantó a Góngora (Déjame en paz amor tirano) y a su íntimo enemigo Quevedo (Es amarga la verdad). Tuvo un apartado especial, como es natural, para los poetas andaluces de ahora y de siempre. Cantó el Poema del Exilio de Alberti que dedicó a todos los republicanos y “A galopar” a petición del público, aunque exigió que se cantara con él y que se sintiera para interpretarla.

Tachia ya había traído a Federico al ambiente cuando recitó magistralmente el poema de Antonio Machado “El crimen fue en Granada” pero cuando Paco Ibáñez interpretó la Canción del Jinete fue cuando más se recordó al poeta granadino en una noche parecida a la que lo vieron desfilar por un sendero largo. Y además nos dejó la canción lorquiana “Si tú vienes a la romería” en el momento más relajado y humorístico del concierto/recital.

Y hubo tiempo para colar una versión, coreada con el público, del Romance anónimo de Abenámar y el Rey Don Juan y para José Agustín Goytisolo, otra de las banderas ideológicas del cantautor valenciano, vasco y francés. Me lo decía mi abuelito, lo sentí más actual que nunca en esta época de individualismo, de egoísmo insolidario.

Luego en los bises también cantó Palabras para Julia que tantos y tan fuertes recuerdos nos trae a MA y a mí, aunque eché de menos de Goytisolo, “Érase una vez” la canción con la que dormí cientos de veces a mi hija y que ahora canto a Ignacio aunque a éste no lo duermen ni las Nanas de la Cebolla.

Paco, estaba empeñado en transmitir la idea de que la peor crisis que estamos viviendo es la de la falta de valores y el empobrecimiento cultural. La poesía es un arma cargada de futuro de Gabriel Celaya le sirvió para subrayar estas ideas. Esta fue una de las canciones de mi vocación política temprana que yo siempre uní al pensamiento de Gramsci que me llamaba a la militancia, al compromiso. Aunque Paco dejó un pesimista “estamos tocando, seguimos tocando, el fondo” y en estos días, (como entonces), hay demasiada corrupción porque hay muchos que toman partido “hasta forrarse” en lugar de “hasta mancharse”, yo siempre veo “brotes verdes” que ayer simbolizaban las decenas de jóvenes que junto a los más carrozas tarareaban las canciones y otros que quizás las oyeron ayer por primera vez.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche” del gran Pablo Neruda, fue otro de los momentos estelares, climax, de la noche porque parecía escrito esa misma noche estrellada, en ese mismo lugar; y hubo tiempo además para unos versos gallegos y otros en euskera (Si tienes una gran pena en el corazón, pon una sonrisa en tus labios y mira hacia lo lejos), con los que el autor quiso reivindicar todas las lenguas españolas.

Como decía al principio el concierto coincidió con mi cumpleaños por lo que a la vuelta a casa faltaba el postre de la velada. Mi familia me tenía preparada una tarta helada de los Italianos con el 4 y el 7 correspondiente. Que más se puede pedir.

Para hacerse una idea de cómo fue el concierto os dejo aquí el enlace a un video de una de las canciones que he cogido prestado del blog del amigo Juanjo Ibánez

http://www.youtube.com/watch?v=_opNy9m2hrc

Como granadino estoy obligado a poner un par de peros al concierto. Le sobró la crítica a Bruce Springsteen que sonó a envidia y a ignorancia y la generalización contra todo lo norteamericano. Del rock, de la música del “boss” y de muchos norteamericanos han llegado a todo el mundo las mismas ideas que él propaga por los escenarios.

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