Pero Rajoy estuvo muy bien en el debate del estado de la nación, no nos engañemos. En su primera parte estuvo contundente con un lenguaje muy accesible (suerte que a la hora a la que intervino la gente más sensible a ese discurso popular estaba en otras cadenas con Amar en tiempos revueltos, el Tomate, la gata de la novela o el gato cósmico). Su ironía, sus continuos dardos envenenados y frases directas y cercanas ("usted no ha dado ni una pedalada", "no basta estar en el Gobierno para gobernar, como no basta tener los ojos abiertos para estar despierto", "ese vicio incurable de meter la mano donde no se debe"), llegan a la gente, a su gente y sólo se trata de regar y abonar el discurso sabiendo que los intermediarios lo harán llegar eficazamente.
Aunque en esta primera parte, en directo, se notaba mucho la fábrica del discurso y perdía gracia y espontaneidad la lectura de dichos párrafos, no importaba porque la clac estaba preparada para las interrupciones y aplausos.
Y luego Rajoy utilizó la demagogia para acercase a los temas que preocupan a la mayoría: salarios, vivienda, educación, deterioro de la convivencia, huyendo de cualquier concesión a la responsabilidad que se le presume a quién ha estado en el gobierno y aspira a obtenerlo. Rajoy jugó luego a seguir siendo líder de la oposición y dejó que el debate se convirtiera en el debate del estado de la oposición y éste debate lo ganó porque hoy la mayoría piensa que debe seguir en ese lugar, que para cambiar al banco azul hizo pocos méritos.
Rajoy se enfrascó en las intervenciones posteriores demasiado en los temas en los que el PP ha basado su oposición en estos años, sobre todo el tema de ETA y el debate territorial. Y estuvo atascado y le faltaron reflejos o no tenía preparado o no quisieron desvelar su alternativa de gobierno.
Pero ojo, el equipo de Mariano elaboró un discurso dirigido a su electorado, más bien dirigido a los medios que se dirigen a su electorado, regalando frases, cortes, destinados a los suyos como alimento espiritual, como munición de guerra. Porque el PP está en la guerra desde que perdieron las elecciones y están librando una batalla contra ellos mismos y contra todos. No tienen alternativa desde el 14-M.
Yo sostengo, casi en solitario como casi siempre, que el PP, que manejaba más datos que nadie sobre el estado de opinión de la gente y sus expectativas electorales a tres días de las elecciones, lo hizo muy bien aunque corrieron un riesgo muy alto y fallaron.
El PP no se equivocó en la gestión del atentado de Madrid, en la mentira del 11-M que luego les ha obligado a estar enredados en la teoría de la conspiración. El PP jugó a ganar la mayoría absoluta porque pensaba que podía quedarse “colgado” y sin capacidad para gobernar y lo hizo bien movilizando al máximo a todo su electorado aunque su ambición la pagó cara porque simultáneamente lo hizo mal porque consiguió lo que la izquierda no sabe, no puede, hacer sóla, movilizar también a la mayoría social de progreso.
El PP juega ahora a lo mismo. Sólo puede, con la actual dirección, con su discurso actual, jugar a lo mismo, a movilizar a todo su electorado fiel a la vez que desmoviliza o divide al electorado progresista. A veces le basta con aburrirlo, con hacer creer que todos los políticos son iguales. No le importa perder votos en Cataluña o en el País Vasco y ser allí una fuerza casi testimonial, con tal de que los suyos en el resto de ESPAÑA estén en estado de revista.
Se apuntará a la hora de la campaña a la ola europea de Sarkozy en Francia y Merkel en Alemania (se le olvida lo que ha pasado en la parte más meridional de Europa, Italia con Prodi y Portugal con Sócrates) y con ello se conjura para lograr una mayoría suficiente desde la que recomponer su estrategia de alianzas con los nacionalistas moderados de los que tanto ha abominado.
No despreciemos a Rajoy ni al PP. Hizo lo que tenía que hacer porque no tienen marcha atrás. Se lo han jugado todo a una carta (¿el rey de bastos?) y no la pueden cambiar.
Su partida no es de póker, es de otro juego más español, más parecido al black jack. Se han plantado en el 6 que tienen asegurado (y que corresponde con su electorado fiel) y juegan a que el PSOE no llegue o a que se pase del 7 y medio.
Aunque en esta primera parte, en directo, se notaba mucho la fábrica del discurso y perdía gracia y espontaneidad la lectura de dichos párrafos, no importaba porque la clac estaba preparada para las interrupciones y aplausos.
Y luego Rajoy utilizó la demagogia para acercase a los temas que preocupan a la mayoría: salarios, vivienda, educación, deterioro de la convivencia, huyendo de cualquier concesión a la responsabilidad que se le presume a quién ha estado en el gobierno y aspira a obtenerlo. Rajoy jugó luego a seguir siendo líder de la oposición y dejó que el debate se convirtiera en el debate del estado de la oposición y éste debate lo ganó porque hoy la mayoría piensa que debe seguir en ese lugar, que para cambiar al banco azul hizo pocos méritos.
Rajoy se enfrascó en las intervenciones posteriores demasiado en los temas en los que el PP ha basado su oposición en estos años, sobre todo el tema de ETA y el debate territorial. Y estuvo atascado y le faltaron reflejos o no tenía preparado o no quisieron desvelar su alternativa de gobierno.
Pero ojo, el equipo de Mariano elaboró un discurso dirigido a su electorado, más bien dirigido a los medios que se dirigen a su electorado, regalando frases, cortes, destinados a los suyos como alimento espiritual, como munición de guerra. Porque el PP está en la guerra desde que perdieron las elecciones y están librando una batalla contra ellos mismos y contra todos. No tienen alternativa desde el 14-M.
Yo sostengo, casi en solitario como casi siempre, que el PP, que manejaba más datos que nadie sobre el estado de opinión de la gente y sus expectativas electorales a tres días de las elecciones, lo hizo muy bien aunque corrieron un riesgo muy alto y fallaron.
El PP no se equivocó en la gestión del atentado de Madrid, en la mentira del 11-M que luego les ha obligado a estar enredados en la teoría de la conspiración. El PP jugó a ganar la mayoría absoluta porque pensaba que podía quedarse “colgado” y sin capacidad para gobernar y lo hizo bien movilizando al máximo a todo su electorado aunque su ambición la pagó cara porque simultáneamente lo hizo mal porque consiguió lo que la izquierda no sabe, no puede, hacer sóla, movilizar también a la mayoría social de progreso.
El PP juega ahora a lo mismo. Sólo puede, con la actual dirección, con su discurso actual, jugar a lo mismo, a movilizar a todo su electorado fiel a la vez que desmoviliza o divide al electorado progresista. A veces le basta con aburrirlo, con hacer creer que todos los políticos son iguales. No le importa perder votos en Cataluña o en el País Vasco y ser allí una fuerza casi testimonial, con tal de que los suyos en el resto de ESPAÑA estén en estado de revista.
Se apuntará a la hora de la campaña a la ola europea de Sarkozy en Francia y Merkel en Alemania (se le olvida lo que ha pasado en la parte más meridional de Europa, Italia con Prodi y Portugal con Sócrates) y con ello se conjura para lograr una mayoría suficiente desde la que recomponer su estrategia de alianzas con los nacionalistas moderados de los que tanto ha abominado.
No despreciemos a Rajoy ni al PP. Hizo lo que tenía que hacer porque no tienen marcha atrás. Se lo han jugado todo a una carta (¿el rey de bastos?) y no la pueden cambiar.
Su partida no es de póker, es de otro juego más español, más parecido al black jack. Se han plantado en el 6 que tienen asegurado (y que corresponde con su electorado fiel) y juegan a que el PSOE no llegue o a que se pase del 7 y medio.
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