Ya avisé que eran tiempos muy difíciles para el fútbol granadino y lamento haber tenido razón. Esta semana se ha confirmado el descenso del Baza a Tercera División y la eliminación del Granada Atlético en su nuevo intento de subir a la Segunda B.
A ello sumamos la enésima frustración del Granada CF que se quedó fuera de la liguilla de ascenso a Segunda aunque quizás haya sido mejor que se acabara esta aventura en este momento para que se afronte, ya, la cruda realidad de la situación del club (la económica, la deportiva, la política) y no se vivan más espejismos que engorden más la bola y para que se deseche la hipótesis de la operación pelotazo urbanístico para salvar el otro “pelotazo”.
Lo siento de verdad por los aficionados granadinos, los buenos, a los que les gusta el fútbol, pero como no soy un hipócrita tengo que confesar que no siento ninguna pena por los hooligans del histórico que no entienden de fútbol y que han convertido su pasión granadinista en una proyección más del antisevillanismo y en una sombra de la carcundia vestida de rojiblanco. Me parece patético, que diría la Tamara, el espectáculo de los niñatos, y no tanto, que proliferan en la red, insultando, amenazando y vomitando palabros y palabrotas por foros propios y extraños. Por ellos diré como mis colegas de la peña Tarifa sin viento cuando el parte meteorológico anuncia calma chicha y los pijos no pueden sacar las tablas: m’alegro.
Y la cosa puede acabar definitivamente mal si esta semana se consuma el último fracaso de la temporada y el Granada 74 cae a la Segunda B. Sólo un milagro puede salvar a los rojillos y este año todos los dioses se han conjugado contra el equipo de Marsá. Ganar al Málaga, que se está jugando el ascenso y que vendrá arropado por cientos de boquerones por la autovía del Mediterráneo (hasta La herradura) y luego por la N-340, me parece más difícil todavía que ganar el último partido en Sevilla. Ganar los dos partidos, en las circunstancias actuales es hoy por hoy la hipótesis menos probable.
A ello sumamos la enésima frustración del Granada CF que se quedó fuera de la liguilla de ascenso a Segunda aunque quizás haya sido mejor que se acabara esta aventura en este momento para que se afronte, ya, la cruda realidad de la situación del club (la económica, la deportiva, la política) y no se vivan más espejismos que engorden más la bola y para que se deseche la hipótesis de la operación pelotazo urbanístico para salvar el otro “pelotazo”.
Lo siento de verdad por los aficionados granadinos, los buenos, a los que les gusta el fútbol, pero como no soy un hipócrita tengo que confesar que no siento ninguna pena por los hooligans del histórico que no entienden de fútbol y que han convertido su pasión granadinista en una proyección más del antisevillanismo y en una sombra de la carcundia vestida de rojiblanco. Me parece patético, que diría la Tamara, el espectáculo de los niñatos, y no tanto, que proliferan en la red, insultando, amenazando y vomitando palabros y palabrotas por foros propios y extraños. Por ellos diré como mis colegas de la peña Tarifa sin viento cuando el parte meteorológico anuncia calma chicha y los pijos no pueden sacar las tablas: m’alegro.
Y la cosa puede acabar definitivamente mal si esta semana se consuma el último fracaso de la temporada y el Granada 74 cae a la Segunda B. Sólo un milagro puede salvar a los rojillos y este año todos los dioses se han conjugado contra el equipo de Marsá. Ganar al Málaga, que se está jugando el ascenso y que vendrá arropado por cientos de boquerones por la autovía del Mediterráneo (hasta La herradura) y luego por la N-340, me parece más difícil todavía que ganar el último partido en Sevilla. Ganar los dos partidos, en las circunstancias actuales es hoy por hoy la hipótesis menos probable.
Dejaré para dentro de unos cuantos días el balance final de la temporada cuando sepamos el desenlace de este último capítulo y haré la valoración correspondiente para la temporada próxima.
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Para entonces ya estaremos metidos en la Eurocopa para la que haré mi pronóstico inicial: este año el final será feliz. Si quedamos bien se irá Luis Aragonés; si sale la cosa mal lo echarán. Puede que ocurra que juguemos mejor que nunca y nos quedemos en cuartos como siempre. O puede que no. ¿Podemos?
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