En el PP siguen más preocupados por ganar la batalla interna del control del partido, para repartirse el pastel (Dios no lo quiera), o para quedarse con los restos del barco ante un eventual naufragio electoral. En otros tiempo la derecha peleaba por el voto del centro político, aspiraban (al menos de boquilla) a liderar una amplia mayoría social y se luchaba por el voto de los indecisos. Siguiendo la estela de los neocons americanos del Partido Republicano, desde hace varios años (antes del 2004, pero sobre todo a partir de su derrota electoral de hace cuatro años), han concentrado sus esfuerzos en fidelizar a su electorado –que lleva movilizado y cohesionado desde hace una década-, conformándose con gobernar desde una minoría suficiente para lo que necesitan desmovilizar a un sector del bloque del electorado progresista –habitualmente más reacio a acudir a las urnas, más fraccionado y también sociológicamente más crítico y exigente son sus gobernantes-. Como socialista me parece bien y me siento orgulloso de que nuestros votantes no nos consideren iguales a la derecha y nos pidan y nos reclamen un comportamiento ejemplar, ético, aparte de una buena gestión.
Así, veo como Rajoy se ha plegado a lo que le mandan y acude como un zombi a dónde le dicen y repite como un androide lo que le indican. Los expertos en mercadotecnia le han hecho plantear al PP las elecciones como un partido de fútbol de máxima rivalidad en lo que importa es el resultado. Los socios y aficionados se han convertido en ultras que quieren que su equipo gane a cualquier precio. LSus estrategas han ideado un enfrentamiento con lucha en el centro del campo y a defender el cero-cero, sacrificando el espectáculo porque el objetivo principal es destruir el juego del equipo contrario, “que no puedan moverse con soltura” y si hay suerte meter un gol de penalti (aunque sea injusto) en el último minuto, o aprovechar un fuera de juego inadvertido por el trencilla de turno. Se les escucha a los coordinadores de campaña gritar esta consigna a los candidatos antes de los mítines: “juego raso y patadas en la boca al contrario; y cargar el juego por la banda derecha”.
Dicho sin metáforas, algunos, y no quiero señalar, están rezando para que haya un atentado en los próximos días y no para que no suframos de nuevo esta terrible lacra. Dios mío no escuches las plegarias de estos otros fanáticos.
Así, veo como Rajoy se ha plegado a lo que le mandan y acude como un zombi a dónde le dicen y repite como un androide lo que le indican. Los expertos en mercadotecnia le han hecho plantear al PP las elecciones como un partido de fútbol de máxima rivalidad en lo que importa es el resultado. Los socios y aficionados se han convertido en ultras que quieren que su equipo gane a cualquier precio. LSus estrategas han ideado un enfrentamiento con lucha en el centro del campo y a defender el cero-cero, sacrificando el espectáculo porque el objetivo principal es destruir el juego del equipo contrario, “que no puedan moverse con soltura” y si hay suerte meter un gol de penalti (aunque sea injusto) en el último minuto, o aprovechar un fuera de juego inadvertido por el trencilla de turno. Se les escucha a los coordinadores de campaña gritar esta consigna a los candidatos antes de los mítines: “juego raso y patadas en la boca al contrario; y cargar el juego por la banda derecha”.
Dicho sin metáforas, algunos, y no quiero señalar, están rezando para que haya un atentado en los próximos días y no para que no suframos de nuevo esta terrible lacra. Dios mío no escuches las plegarias de estos otros fanáticos.
Si quieres conocerlos mejor os remito al rincón del neocon y entenderéis mejor cómo piensan estos radicales de derecha extrema.
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