Esta vez habría que decirlo al revés porque es la Iglesia la que topa, la que embiste. Por eso me siento obligado, en legítima defensa, a escribir sobre la campaña de la Iglesia católica española que no se sabe bien contra qué es, si es contra la nueva ley del aborto, contra el gobierno de Zapatero, contra las mujeres que abortan, contra las mujeres en general, contra los que defendemos el medio ambiente, contra los que protegemos a los animales… Lo que no parece es que sea una campaña a favor de la vida porque entonces quedaría muy desacreditada por la historia actual y pasada de los que la promueven que no se les ha visto en igual actitud y despliegue para salvar vidas humanas y sí se han paseado, y han paseado bajo palio, junto a responsables de miles de muertos. Que coincida esta presunta campaña por la vida con las declaraciones del Papa diciendo que el uso de preservativos en África puede agravar el problema del SIDA puede dar risa si no fuera por los millones de muertos que hay todos los años por esta enfermedad.
A mí me parece bien que la Jerarquía de la Iglesia Católica (la Iglesia es otra cosa) haga una campaña entre sus feligreses para adoctrinarlos sobre su concepción de la vida, de la persona y de la sexualidad pero la costosa campaña publicitaria desplegada engañosa, manipuladora y maniquea, hace un flaco favor al debate público, a la convivencia social (ya se está viendo con el follón que se puede montar esta Semana Santa) y desacredita, otra vez más, a los dirigentes de la Iglesia que se alejan cada vez más de la realidad social.
La Iglesia ha fracasado al intentar imponer conductas porque está anclada en la Edad Media. Mucha gente, cristianos incluidos, no hace caso a las consignas de los obispos sobre el matrimonio, sobre las relaciones sexuales… se pasa por el forro la opinión del Papa sobre los preservativos. Y ahí tiene una gran crisis. Siguiendo con el tema de las cofradías, ¿nos imaginamos que los hermanos mayores -creo que hermanas mayores no hay- hicieran extensiva su obligación de difundir la doctrina oficial también en temas como el preservativo y las relaciones extramatrimoniales entre los costaleros y costaleras (que también las hay)?. Por cierto, ahora que se cumple el aniversario de la guerra de Irak, no recuerdo que hubiera en las procesiones que yo ví ninguna expresión de la defensa de la vida. Se me pasarían.
Lo que no es de recibo es que la jerarquía católica quiera imponer en el derecho público lo que no son capaces de imponer en las conciencias de sus afiliados. Y que tengamos que tragarnos, de manera obligatoria, sus homilías propagandísticas, ofensivas e insultantes para los que no opinamos igual, ya que las realizan desde púlpitos mediáticos y con presupuestos sostenidos con fondos públicos.
A mí me parece que ya es hora de una nueva ley que dé más seguridad a las mujeres y a los profesionales sanitarios y que permita mayor equidad en el acceso a esta prestación en el sistema sanitario público y no se establezcan diferencias en función del poder adquisitivo, de la condición social o cultural. La nueva regulación tiene que corregir los errores y las limitaciones de la actual normativa que criminaliza socialmente a la mujer que aborta y discrimina a muchas mujeres que se enfrentan a esta difícil tesitura.
El cambio en la regulación del aborto, convirtiéndolo en un verdadero derecho de la mujer a decidir si quieren o no ser madres y en qué momento de sus vidas, debe ir acompañado de avances en políticas de educación afectivo-sexual y anticonceptiva para reducir el número de embarazos no deseados, que son una fuente importante de ansiedad y conflicto para muchas mujeres. La Iglesia, en este aspecto, prefiere la hipocresía.
La Iglesia sabe que el aborto, según la Organización Mundial de la Salud es “la interrupción del embarazo antes de la viabilidad fetal”, estableciendo por tanto una diferente protección de la vida en gestación en función de la viabilidad fetal. La Iglesia sabe que el preservativo evita muertes, (aparte de embarazos no deseados), la Iglesia sabe que el verdadero amor se da en parejas de todo tipo, la Iglesia sabe dónde está la defensa verdadera de la vida humana. La Iglesia sabe y entiende, entonces ¿por qué dice lo que dice y por qué hace lo que hace?
A mí me parece que ya es hora de una nueva ley que dé más seguridad a las mujeres y a los profesionales sanitarios y que permita mayor equidad en el acceso a esta prestación en el sistema sanitario público y no se establezcan diferencias en función del poder adquisitivo, de la condición social o cultural. La nueva regulación tiene que corregir los errores y las limitaciones de la actual normativa que criminaliza socialmente a la mujer que aborta y discrimina a muchas mujeres que se enfrentan a esta difícil tesitura.
El cambio en la regulación del aborto, convirtiéndolo en un verdadero derecho de la mujer a decidir si quieren o no ser madres y en qué momento de sus vidas, debe ir acompañado de avances en políticas de educación afectivo-sexual y anticonceptiva para reducir el número de embarazos no deseados, que son una fuente importante de ansiedad y conflicto para muchas mujeres. La Iglesia, en este aspecto, prefiere la hipocresía.
La Iglesia sabe que el aborto, según la Organización Mundial de la Salud es “la interrupción del embarazo antes de la viabilidad fetal”, estableciendo por tanto una diferente protección de la vida en gestación en función de la viabilidad fetal. La Iglesia sabe que el preservativo evita muertes, (aparte de embarazos no deseados), la Iglesia sabe que el verdadero amor se da en parejas de todo tipo, la Iglesia sabe dónde está la defensa verdadera de la vida humana. La Iglesia sabe y entiende, entonces ¿por qué dice lo que dice y por qué hace lo que hace?
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