lunes, 23 de marzo de 2009

Ni hao

Se acabó la teoría. Empieza el curso práctico de chino. Afortunadamente tenemos guía en español, de los que acompañan habitualmente a las familias españolas que vienen a recoger sus hijas adoptivas a China. Se hace llamar Yolanda. Escuchó la canción de Pablo Milanés y escogió este nombre para su trabajo. Pronto sabremos que está recién casada, que en estos seis meses sólo ha visto un par de veces a su marido, un arquitecto que trabaja en una provincia del sur y que se siente, más de la mitad, española aunque no ha estado nunca en España.

Desde el aeropuerto que todavía “huele” y da la bienvenida a las Olimpiadas vamos directamente al Radegast Hotel. MariAngeles todavía no las tenía todas consigo hasta que hemos llegado y comprobado que las habitaciones correspondían con la publicidad de Internet. Estamos realmente en un 5 estrellas superior. Lujo asiático y todas las comodidades.

No perdemos mucho tiempo y salimos rápidamente a nuestra primera excursión. Nos dirigimos a la histórica Plaza de Tian`anmen (Plaza de la Puerta de la Paz Celestial) con el monumento a los Héroes de Pueblo, el Mausoleo del Presidente Mao, el Palacio de los Museos y el de la Macro Asamblea Nacional del Pueblo, como edificios más importantes. Mucha, mucha policía por aquí y millones de chinos que vienen en peregrinación a los lugares de culto a la revolución. Es el símbolo de la capital y aparece en los billetes o en las gorras de la policía. Lugar habitual de paseo, de charla, o de manifestaciones de los pekineses. Cuesta imaginar esta enorme plaza llena de gente aunque nos cuenta Yolanda cómo funciona el aparato para movilizar al personal en las grandes ocasiones.

Desde allí nos dirigimos a la Ciudad Prohibida o Palacio Imperial, un conjunto de edificios, jardines, palacios, lugares de culto y demás que estuvo reservada a la familia imperial durante varios siglos. Recorremos esta ciudadela recordando la película “El Último Emperador” y deteniéndonos en el Palacio de la Suprema Armonía y fotografiándonos en los símbolos culturales e imperiales (dragón, tortuga, escalinatas de piedra…). Paseamos por el exterior de una sucesión de Pabellones que se corresponden con los Palacios de la Perfecta Armonía, Armonía Protectora, Pureza Celestial, de la Tranquilidad Terrestre… y dejamos de lado los otros Pabellones en el otro Ala que se corresponden con Museos varios. A lo lejos se observa la Colina de Carbón, (montaña artificial formada con el carbón utilizado en la Ciudad Prohibida), jardín que servía de protección al Palacio Imperial de los vientos del norte. En lo alto se ven algunos hermosos pabellones y la Pagoda blanca del mal llamado Palacio de Invierno.

A la salida, por el lado opuesto, advertimos las enormes dimensiones del conjunto, el gran foso que lo delimita y la imponente muralla que lo protege. En ese mismo lugar chocamos con los primeros vendedores agresivos (libros, relojes, souvenirs).

Por allí cerca nos recoge nuestra furgoneta particular que nos llevará hasta el hotel de nuevo. Esta noche cenamos, casi a ciegas, en un restaurante cercano, con nombre de sala de masajes o de algo más fuerte: Relax. Lo primero que he comprobado en este primer día es que los chinos, salvo en grandes hoteles, no hablan inglés y yo creo que tampoco saben chino mandarín: no se enteran de nada. Pero aquí se esfuerzan y al menos les hemos caído bien. La cena, con el hambre que traemos, nos sabe a gloria. La cerveza china, muy buena aunque hay que pedirla congelada. Esto lo hemos aprendido muy bien. Pi jiú (cerveza). Pin tá. (fría). Será una de las frases que más repitamos durante estos días.

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